Opinión

Fernando Fernández: Entre la huelga general y la sequía de crédito

La aprobación por la mínima del paquete de ajuste no elimina ninguna de las incertidumbres que pesan sobre la economía española. Es difícil pensar que en esas condiciones el Gobierno pueda sacar adelante las reformas que el país necesita -¿cómo va a reaccionar frente al anuncio de una huelga general, por ejemplo?- o que tenga la suficiente estabilidad para pensar a medio plazo si tiene fecha de caducidad en la más que previsible imposibilidad de aprobar los Presupuestos. Prorrogarlos supondría renunciar a hacer política económica, lo que no parece lo más conveniente. En nada mejoró ayer la credibilidad de España ante sus acreedores, el único argumento oído en el Congreso para apoyar al presidente.

Por si fuera poco, la economía española sigue deteriorándose. Esta semana hemos visto volver a caer a las ventas minoristas y repuntar dos décimas la inflación, con lo que se hace más dolorosa la congelación de las pensiones y la ruptura del pacto de Toledo. Tras los recortes anunciados, las previsiones macroeconómicas se están revisando con cuentagotas, supongo que por una mezcla de prudencia patriótica y técnica. Pero es evidente que restarán al menos medio punto de crecimiento este año y en torno a un punto el que viene, sobre todo porque habrá nuevos impuestos y más ajustes en el gasto y queda por congelar el crédito a las comunidades autónomas, por ejemplo. A estas alturas, sólo los más forofos del Gobierno pueden creer que la economía española registrará tasas positivas en 2011 o que el paro pueda empezar a bajar antes de 2012. Para ser más precisos, quedan muchos interrogantes por resolver, pero fundamentalmente dos: la naturaleza de la reforma laboral y el coste y profundidad de la restructuración de las cajas de ahorros. Todo en un contexto financiero internacional restrictivo con más impuestos y más capital para la banca, que sólo puede aumentar su aversión al riesgo y su rechazo a comprar crédito de países en crisis.

Ya sabemos oficialmente, Toxo dixit, que la reforma laboral costará al menos una huelga general. Si Zapatero es coherente con lo que dijo el jueves en el Congreso por persona interpuesta, lo debería tener ya claro, porque si, como dicen los sindicatos, tiene que elegir entre la Europa de los mercaderes o la de los pueblos, él afirma haber elegido ya la responsabilidad de los mercados y debería por tanto satisfacer su voracidad rebajando el despido, liberalizando la negociación colectiva, unificando la contratación y modificando el seguro de desempleo. Pero no sé por qué me da que se sacará otro conejo de la chistera, como con el plan de ajuste, y conseguirá defraudar a tirios y troyanos. La crisis financiera española, por su parte, se complica por momentos. La intervención de Cajasur ha dejado en evidencia la estrategia negociadora del Banco de España y éste ha reaccionado con comprensible enfado. Parece volver a la ortodoxia que había abandonado para acomodar a los barones autonómicos, dueños y señores de las cajas, y recuperar la exigencia de unas provisiones razonables. Se acabó el mirar para otro lado con los balances bancarios. La valoración virtual de los activos inmobiliarios parece quedar atrás, lo que va a precipitar la consolidación del mapa de cajas. Ya se anuncia la primera, la absorción de Caixa Girona por La Caixa para mantener la insularidad catalana. Pero también va a permitir que los precios de suelo y vivienda se ajusten como era menester y que el mercado empiece a casar operaciones.

Fernando Fernández, IE Business School
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