El 81 por ciento de los usuarios de Internet se manifiestan preocupados por la seguridad de sus datos personales? y con razón. Si protagonizáramos un capítulo de la famosa serie Without a trace (Sin Rastro), y quisiéramos averiguar información sobre nosotros mismos, usaríamos Internet como primera fuente de búsqueda. Y nos quedaríamos perplejos: todo lo que publicamos en Internet sí deja rastro.
Encontraremos información sobre nuestro perfil profesional -a partir de las búsquedas de empleo-, multas que hemos ignorado -y han acabado aflorando en algún remoto Boletín Oficial-, pero, sobre todo, hallaremos información personal, la que nosotros mismos hemos volcado en redes sociales, foros, páginas de fotos y un largo etcétera, referenciada incluso desde otras páginas que desconocemos hasta formar una auténtica telaraña -la verdadera web-.
¿Cómo hemos llegado a esto? Básicamente pulsando Aceptar a todo lo que se nos ha puesto por delante. Siguiente, Siguiente, Aceptar se ha convertido en algo habitual cuando navegamos por Internet. Es cierto que tenemos prisa, es mucho texto, casi ni se entiende y tampoco será para tanto, ¿no? Pero la realidad es que muchos internautas se entusiasman con la experiencia de compartir sin barreras, olvidando considerar detenidamente las recomendaciones de privacidad de la web en cuestión.
Debemos ser conscientes, primero, de que sólo algunas páginas garantizan una gestión real de privacidad y seguridad de los datos -¿he dicho algunas?-. Por tanto, la información que entreguemos puede ser reproducida y almacenada en múltiples lugares -por nuestra comodidad, para darnos un mejor servicio, para garantizar su disponibilidad? ¡qué suerte tenemos, nos tratan mejor que en nuestras empresas!-. Y segundo, que esto es así porque nuestra información interesa, y mucho. Tanto a los buenos -un gigantesco pastel de mercadotecnia aguarda- como a los menos buenos, que se aprovechan de las perennes deficiencias en seguridad para llevarse nuestra información, que tan altruistamente les recopilamos, con el objetivo de expoliarnos.
¡Córcholis! No cedamos nuestros datos tan a la ligera. Debemos controlar la información que volcamos en Internet y mantener privados nuestros datos más personales. Pensemos en red. Preocupémonos de entender la información legal que acompaña a los formularios que rellenamos, descartando aquellas páginas que explícitamente indican la posibilidad de trasladar nuestros datos a terceros. Y sobre todo, cuando dudemos del uso que una página está haciendo de nuestros datos, utilicemos nuestro derecho de eliminación o rectificación.
En definitiva, el secreto mejor guardado sigue siendo el que no se cuenta a nadie.
Miguel Ángel Nicolao, gerente de Sistemas de Información de Panel Sistemas.