La crisis va a forzar las cuentas de la Seguridad Social. Los más de 8.501 millones que lució como superávit en 2009 podrían convertirse en déficit este mismo año. Hay presupuestado para este ejercicio un excedente de 2.880 millones; sin embargo, la situación ha empeorado mucho desde que se confeccionaron las cuentas. Varios factores entran en juego.
Entre abril de 2009 y de 2010, el número de afiliaciones cayó en 385.000, al tiempo que los pensionistas subían en 218.534. La lógica demográfica hacía estimar a los expertos que para 2015 las cuentas entrasen ya en números rojos. Pero la dureza de la crisis está acelerando el proceso, por lo que el Fondo de Reserva se agotará antes de lo previsto. Además, el Estado paga la Seguridad Social a los parados que cobran la prestación, cifra que ronda en la actualidad los 10.000 millones al año.
Conforme se vaya acabando el subsidio, se dejará de abonar el concepto y la ficción de las cuentas quedará en evidencia. Y hay otro serio inconveniente en los aplazamientos a la Seguridad Social: aunque el atraso no figura como impago, la acumulación de éstos podría provocar que no haya dinero líquido en la caja incluso si las cuentas afirman que aún hay superávit. La congelación de las pensiones podría obedecer a este hecho.
El Gobierno busca evitar la vergüenza de presentar la Seguridad Social en números rojos, pues nos obligaría a tomar medidas de mayor calado. No hay que convertir esto en una cuestión partidista. Hay que llevarlo al Pacto de Toledo y negociar. Si bien es cierto que muchas iniciativas de Zapatero han supuesto un gasto evitable que haría el trance ahora menos gravoso, la situación demanda responsabilidad.