Opinión

Editorial: Zapatero y su idilio sindical

Los sindicatos se echaron ayer a la calle para manifestarse en contra de la reforma de las pensiones. Afirman que el problema no estriba en la edad de jubilación, sino en la falta de empleo. No les falta razón en que hay que fomentar el trabajo y su calidad. Pero se equivocan a la hora de ligar esta reforma con la crisis. Las dificultades para la Seguridad Social no se deben exclusivamente a la recesión: son estructurales y generarán problemas por mucho que salgamos de esta coyuntura negativa. La clave está en que los beneficiarios reciben más de lo que han aportado y eso no será sostenible cuando la demografía se altere. El Gobierno escoge un buen momento para ofrecer seriedad fiscal a los mercados. El problema es que, ante el primer escollo, al presidente le vacila el pulso. Zapatero ya dijo ayer que él no hace nada sin consenso, para conciliarse con las organizaciones sindicales. Mal asunto. Enseguida se da un paso para atrás que nos dejará en evidencia fuera. La alianza que ha establecido Zapatero con los sindicatos empieza a resquebrajarse por su vínculo más fuerte. Dentro de UGT, la organización más próxima al Gobierno, la división se palpa. Algunas corrientes ganan fuerza para cuestionar la simbiosis que viven con el Ejecutivo socialista y defienden cada vez más la posibilidad de ir a una huelga general. Sus dirigentes temen que el documento de la reforma laboral termine en una desjudicialización del despido, algo inaceptable para ellos. Se acerca el momento en el que Zapatero tendrá que decidir por fin si se pone a gobernar y prescinde de los sindicatos. Nada ha indicado hasta el momento que tenga el valor para ello.

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