La vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, visitó esta semana la sede del Financial Times para convencer a sus responsables de que España hace sus deberes. El FT ofreció al día siguiente una visión complaciente sobre el estado de las finanzas públicas españolas.
Poco le ha durado la alegría a Salgado, porque este viernes el semanario, también británico, The Economist se destapó con un durísimo artículo sobre el excesivo gasto y la falta de reformas, al igual que hizo hace unas semanas The Wall Street Journal, otro de los periódicos considerados como una biblia entre los inversores.
La presidencia española está perjudicando al Gobierno, porque ha servido para airear a los cuatro vientos nuestras calamidades. Lo que reflejan en sus páginas durante las últimas semanas estos grandes rotativos no dista mucho de los pocos periódicos españoles que no escribimos al dictado del Gobierno ni de sus muchos órganos de influencia.
La actitud de Zapatero y Salgado hacia estos periódicos es de desprecio. No me extraña, por eso, que el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, saliera esta semana con la teoría de la conspiración.
Los periodistas no solemos dejarnos llevar por confabulaciones, escribimos lo que honradamente creemos que pasa. Muchas veces nos equivocamos, pero es imposible hacerlo tantas veces y durante tanto tiempo como pretende el Gobierno. El problema es que éste se empeña en mirar para otro lado en lugar de reconocer sus errores.
No sé si habrá relación entre la mejora de la opinión y la visita a la sede de FT, aunque fuera con retraso, de Salgado. Pero, sin duda, actitudes como las de la vicepresidenta son beneficiosas para la imagen exterior de nuestro país.
Zapatero cerró a cal y canto toda interlocución con The Economist, porque el semanario se mostró crítico con su política tras una comparecencia suya en uno de los actos celebrados por esta publicación en España. ¿Cuándo entenderán los políticos que los periodistas no estamos para rendirles pleitesía?, ¿dónde está el buen talante, presidente?
Viven más preocupados por atender a televisiones y periódicos afines, como el de Roures, mientras desprecian a las cabeceras serias. Están completamente equivocados.
Medios como Financial Times y The Economist, en Reino Unido, o elEconomista, en España, no se leen en la barra de los bares, pero son los que influyen en las decisiones del mundo financiero y de la City británica. Las huestes de Zapatero los tratan a patadas, porque consideran que no son útiles para captar votos entre su electorado. Pero lo único que provocan es que las críticas y abucheos hacia la gestión desnortada del Ejecutivo se vuelvan más aceradas en el momento en que más apoyo necesita.
El resultado es un deterioro de la imagen exterior de España, que acabará arrastrando a la economía nacional. Estos días se exhibe en los cines Invictus, en la que Morgan Freeman interpreta de manera magistral el papel del líder negro Nelson Mandela, bajo la dirección de Clint Eastwood. Cuando Mandela quiso proyectar la nueva imagen sin segregación racial de Suráfrica, se fijó en el rugby. La victoria de un equipo de jugadores blancos bajo el mandato de un presidente negro en el campeonato mundial convirtió a Mandela en el primer eslogan de su país.
El Rey don Juan Carlos es el mejor embajador de los intereses españoles en el extranjero. De todos es conocida su gestión en momentos clave de nuestra historia, como la legalización de los comunistas, la Marcha Verde o el golpe de Estado del 23-F. La Constitución Española reserva al monarca el papel de "arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones". No es de extrañar, por tanto, que en una ocasión excepcional, como la que sufrimos, el monarca quiera hacer llegar a sindicatos y ciudadanos su mensaje de consenso. Su actuación cuenta, por supuesto, con el visto bueno oficial, como sus discursos. Es la única figura que nos queda respetada allende nuestras fronteras.