Después de haber gastado a toda prisa en pavimentar aceras bajo la excusa de mantener el empleo, ahora llega el momento de aplicar la tijera a las inversiones en Fomento, políticas de internacionalización y telecomunicaciones, entre otras. Bien se podían haber gastado todos esos fondos en banda ancha de calidad, por ejemplo. Pero no es hora de lamentar. El Gobierno todavía puede extraer dos lecciones muy útiles: lo que se suponía que era una caída puntual es ya un cambio estructural en sus ingresos y, por tanto, en la capacidad de gasto. Y la segunda lección para el Ejecutivo consiste en que debe estudiar esta vez mucho en dónde realiza los recortes. Debe mantener la inversión, pues son recursos que generarán más actividad, y recortar el gasto corriente, que no produce crecimiento. He ahí la eficiencia.