Opinión

Anatole Kaletsky: El euro sobrevivirá a la tragedia griega

No puedo reclamar el haber predicho la turbulenta situación de Grecia, Portugal y España cuando escribí a principios de enero que "la eurozona sería puesta a prueba ante una posible destrucción cercana" este mismo año. Simplemente repetía lo que había escrito en pleno auge de la crisis financiera durante 2008-09.

Sí que puedo, sin embargo, reivindicar una cierta clarividencia al usar las palabras "a prueba" y "destrucción cercana". Ahora, está más claro que nunca que la moneda única sobrevivirá a esta prueba. Y si las condiciones a las que hacen frente los países del Club Mediterráneo continúan deteriorándose, la experiencia de la muerte cercana del euro, llegado el caso, acelerará la conversión hacia unos Estados Unidos de Europa totalmente federalistas.

Este argumento comienza con varios elementos que nos traen buenas e inesperadas noticias, al menos desde el punto de vista del eurofederalista. La primera buena noticia es que la UE tiene los recursos financieros, la capacidad institucional, los mecanismos legales y, lo más importante, la buena voluntad política para ofrecer a Grecia una ayuda ilimitada, así como a cualquier otro rezagado de la zona euro. La idea de que sólo Alemania es lo suficiente fuerte financieramente para rescatar al Club Mediterráneo y que, por lo tanto, la opinión pública alemana evitaría un rescate urgente no puede calificarse más que de ilusiones euroescépticas.

La estructura para un rescate no requeriría ninguna ayuda directa de Alemania en absoluto. El rescate consistiría simplemente en una decisión, aprobada por una mayoría cualificada en el Consejo de Europa, para aplicar el artículo 122 del Tratado de Lisboa.

Este artículo establece que: "Cuando un Estado [miembro] se encuentra en dificultades o en seria amenaza con dificultades severas provocadas por causas excepcionales más allá de su control, el Consejo, a propuesta de la Comisión, puede conceder ayuda económica de la Unión al citado Estado miembro."

De forma crucial, tal ayuda vendría directamente de la propia UE, no de Alemania ni de cualquier otro país, y no habría límite de cantidad para el apoyo que potencialmente fuera ofrecido. Lo bueno de esta disposición es que absolvería al Gobierno alemán de cualquier responsabilidad directa por el rescate urgente mientras se complace a los eurofederalistas en París y Bruselas para, finalmente, satisfacer sus demandas de un "gobierno económico europeo". Esta demanda, a propósito, es repetida explícitamente por Herman Van Rompuy, el nuevo presidente de la UE.

¿Pero quién pagaría en realidad tal rescate de la UE? Esto nos brinda el segundo motivo por el cual los eurofederalistas están encantados con los recientes acontecimientos. Sucede que el Consejo de Europa aprobó discretamente un aumento de la facultad para contraer préstamos de la UE por valor de 12.000 millones de euros hasta 25.000 millones de euros en diciembre de 2008 y hasta 50.000 millones de euros el pasado mes de abril. Este préstamo fue aprobado para asegurar que la UE tuviera un monto de dinero suficiente para ayudar a los nuevos miembros como Hungría, Letonia y Rumanía, que todavía no han adoptado la moneda única. Para ampliar la medida a todos los países de la UE apenas sería necesaria otra rápida mayoría. Y dado que los bonos de la UE son garantizados automáticamente por todos los gobiernos de los Estados miembros, incluidos Alemania, Francia y Gran Bretaña, en la práctica no habría límite de cantidad que pudiera pagarse al día.

Lo cual nos lleva al tercer elemento de euronoticias alegres. Debido a los préstamos ilimitados de la UE, un plan de rescate según las líneas anteriormente mencionadas nunca tendría que ejecutarse una vez anunciado. Si los inversores hubieran sabido que la deuda del Gobierno griego tenía una red de seguridad de la UE, hubieran estado encantados de guardar el dinero de los préstamos para Atenas, a casi el doble de interés que están consiguiendo de Berlín o París. Grecia, por lo tanto, no tendría ningún problema de refinanciación de sus préstamos y la crisis habría terminado sin necesidad de ningún dinero de la UE en dirección a Grecia.

¿Dónde está entonces la trampa? La respuesta se encuentra en esos astutos y viejos banqueros centrales, ya casi olvidados, de Lehman y Northern Rock, auténticos "peligros morales". Si todos los políticos y votantes derrochadores del sur de Europa (o, sin ir más lejos, de Westminster, París o Dublín) recibieran garantías ilimitadas de la UE, el derroche fiscal no tendría fin.

Para superar este peligro moral, los países que requieren de un rescate urgente de la UE deben obligarse a asumir un serio esfuerzo. Eso, en sí mismo, no debe imposibilitar un rescate griego, puesto que su gobierno ha anunciado drásticos aumentos de impuestos, reducciones salariales en el sector público y reformas de su sistema de pensiones, pensando en reducir su déficit presupuestario en un 9 por ciento del PIB durante los tres próximos años. Y a pesar de todas estas reformas dolorosas, la popularidad del gobierno de Papandreou ha subido desde que ganó las elecciones con una victoria holgada hace cuatro meses, sugiriendo que probablemente podrá realizar sus planes.

Pero ahora debemos volver a las malas noticias. Para que los votantes griegos continúen aceptando la necesidad de una amarga medicina, el país debe permanecer bajo una presión financiera severa. Esto significa que los inversores deben mantener la suficiente deuda en los términos y duración de cualquier garantía para mantener la demanda de estos elevados tipos de interés de Grecia. Esto, a su vez, significa que las condiciones financieras en Portugal y España deben también continuar siendo incómodas.

¿Y qué es lo que nos lleva a la peor noticia de todas? Las extremas políticas deflacionistas impuestas en estos momentos en los países más débiles de la zona euro apuntan a implicaciones aterradoras. El griego y otros gobiernos del Club Mediterráneo únicamente pueden reducir sus déficit de forma radical a costa una de fuerte caída de la actividad económica. Sin la posibilidad de la devaluación no pueden esperar grandes aumentos de la exportación, ni siquiera las entradas de capital que han ayudado a terminar con la caída de los precios de los bienes inmuebles en Gran Bretaña.

En lugar de las políticas ampliamente keynesianas que han ayudado a restablecer el crecimiento no sólo en América y Gran Bretaña sino también en Alemania y Francia, estos miembros más débiles de la zona euro están buscando medidas que prácticamente garantizan la prolongación y la acentuación de sus recesiones.

Y ahora, por si esto fuera poco, Alemania está planeando recortar sus propios déficit presupuestarios y confiar para su nueva fase de recuperación en el crecimiento basado en la exportación, el cual sólo puede significar el hundimiento de aún más empresas del Club Mediterráneo, incapaces de competir contra los productos alemanes.

A diferencia de la mayoría de tragedias griegas, ésta tiene varias salidas posibles. Alemania podría adoptar políticas keynesianas completas que animen a sus consumidores domésticos a gastar y a pedir más préstamos. La UE podría suavizar las dificultades financieras de los miembros más débiles de la zona euro prestándoles grandes sumas de dinero con condiciones preferenciales. O, a muy largo plazo y después de todo, el euro podría terminar por disolverse. Nadie puede asegurar la conclusión más probable. Pero en Gran Bretaña podemos sentirnos afortunados al observar este drama desde una posición privilegiada: fuera de la zona euro.

Anatole Kaletsky, director adjunto y jefe de Economía del diario The Times.

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