Opinión

El análisis: ¡más normas, esto es la guerra!

Nuevo discurso histórico. Lo había anunciado y había hecho declaraciones al respecto, pero la comparecencia de hoy, donde se ha reiterado en su pulso brutal al sector bancario de EEUU ha puesto ya en claro cuáles son sus intenciones: "no ser rehén de los bancos" y, especialmente, "de los grandes".

La lectura económica ha quedado clara con la presión bajista que han vuelto a sufrir las bolsas a lo largo de la jornada de hoy. Pero la política es aún más relevante: lo que evidencia es que el pulso -no, mejor- la guerra entre Washington y Wall Street ha llegado a su momento álgido.

En una especie de desafío previo a su comparecencia, el mítico Goldman Sachs -In Goldman We Trust, que dirían aquellos- anunciaba unos beneficios mareantes que contradecían cualquier tipo de crisis económica y hablaban de una entidad con una salud de hierro o, menjor dicho, de titanio. Horas después, Obama se ha venido arriba y ha confirmado que prepara una regulación leonina e insólita en la cuna del liberalismo económico, con limitación incluso de tamaño y de actividades para la banca.

Despertando del sueño

Desde luego, si algo no se le puede negar a Barack Obama es su valentía: ha salido a la palestra con fuerza y dando una imagen de seguridad que -y los mercados harían bien en seguir tomando buena nota de ello- parece dejar claro que su implicación en intentar sacar adelante la nueva regulación va a ser cierta y no una mera pose tras la debacle de Massachussets.

Y es que un sector relevante de la opinión pública internacional y la mayor parte de la norteamericana habían detectado que el presidente Obama se había dormido en los laureles, que el sector financiero no reaccionaba a las indicaciones de erradicar las malas prácticas, que la amenaza terrorista estaba generando en la presidencia demócrata tics muy semejantes a los que caracterizaron el detestable periodo de Bush, que la desideologización de este nuevo periodo defraudaba las expectativas de gran parte de los votantes demócratas. Pero, a pesar de la caída en picado de su popularidad, el primer presidente negro de la historia no parecía haberse percatado del todo de su circunstancia cuando se cumplía un año de su toma de posesión.

Sin embargo, la pérdida del escaño 60 del Senado a manos de un populista republicano en Massachussetts, después de más de más de medio siglo de que el acta parlamentaria en disputa estuviera en manos de la familia Kennedy, parece haber sido el aldabonazo que ha marcado la reacción del inquilino de la Casa Blanca, después de un año peligrosamente perdido en escarceos improductivos.

"Las elecciones muestran descontento por el ritmo de cambio, una frustración que comparto", ha manifestado hoy Obama en su Twitter. "Debemos continuar hacia adelante y continuar trabajando juntos", ha añadido el mandatario norteamericano. Y la propia Casa Blanca ha reconocido su parte de culpa en la derrota y prometido que en los próximos meses se centrará más en las reformas financieras. "Todo el mundo tiene algo de responsabilidad, ciertamente la Casa Blanca", ha señalado ante los medios un portavoz presidencial.

Vientos de guerra en EEUU

Uno de los elementos de la recesión que más han desgastado al nuevo presidente, que atajó los efectos más negativos de la crisis económica mediante la aportación al sistema financiero de chorros de recursos, ha sido precisamente la evidencia de que, una vez salvados con dinero público, los bancos continúan comportándose como si nada hubiera ocurrido. Sus directivos se otorgan salarios fastuosos mientras comienzan a detectarse prácticas intolerables que recuerdan aquellas hipotecas basura que desencadenaron el caos.

Por ello, Obama ha salido airadamente al paso: "Mientras el sistema financiero es hoy mucho más fuerte que hace un año, sigue operando exactamente bajo las mismas reglas que llevaron al colapso".

Corren vientos de guerra en Estados Unidos. Y en pulso entre el poder presidencial y el poder financiero de la economía más próspera y estratégica del planeta, que está empezando a abandonar su peor crisis desde hace un siglo, no estaría de más tener mucho cuidado con las víctimas colaterales.

Por ejemplo, hablemos de empleo.

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