El juguetero Garzón 'harta' a los padres
Al ministro de Consumo, Alberto Garzón, le ha dado por los juguetes. Tras declararlos en huelga en Navidades y anunciar que quería convertir a España en una "potencia mundial" en juegos de mesa, ahora anuncia un acuerdo con los fabricantes y los anunciantes para combatir el sexismo en los contenidos promocionales dirigidos a los niños. El ministro lo ha vendido como un hito histórico, gracias a su mérito personal y aludiendo a que él también es padre. Pero en el sector recuerdan que su publicidad cumple la regulación europea, así que ya evita "estereotipos" de género y también comportamientos que "inciten al acoso". "No somos nosotros el problema, si es que lo hay", recalcan, aunque agradecen que el Gobierno "se sume" a sus esfuerzos. En cualquier caso, Garzón ha logrado un objetivo: incendiar las redes sociales. Pero quizá no como esperaba. Y es que no son pocos los padres y docentes que han contrastado su empeño por inmiscuirse en la forma en la que los niños eligen jugar con su silencio sobre la reforma educativa. Le reprochan que se preocupe más por si los menores prefieren muñecos o muñecas, que por un modelo "que ni les enseña a pensar por sí mismos".
La 'turismofobia' de la Barcelona postpandemia
Los barceloneses siempre han tenido una relación de amor-odio con una de sus principales fuentes de ingresos: el turismo. Aunque el debate sobre qué tipo de visitantes quiere la Ciudad Condal existe desde las Olimpiadas lo que no se había planteado hasta ahora era que no llegara ninguno. Mucho menos desde el propio Ayuntamiento. Hasta que llegó Jordi Rabassa, concejal de Memoria Democrática de Ada Colau. A su juicio, la recuperación del turismo en Semana Santa ha provocado "aglomeraciones insoportables" y no aporta nada positivo "ni a los ciudadanos ni al comercio de proximidad". Los empresarios turísticos, y los propios comerciantes han puesto el grito en el cielo por esta "turismofobia institucional".
Ciencia sí cree que hay que usar mascarillas
Los departamentos de recursos humanos llevan una semana compleja por las dudas respecto al uso de mascarillas en interiores, después de que el Gobierno decretara que ya no son obligatorias. Por eso les ha llamado la atención que el Ministerio de Ciencia compre 40.000 mascarillas para sus 282 empleados. "Mucha tranquilidad no dan", comentan los responsables de salud de las empresas ante esta "discrepancia" entre lo que se legisla y lo que se hace.