
Mucho se viene hablando de la necesidad de reinventar el sistema capitalista y de que las empresas no pueden enfocarse solo en conseguir beneficios económicos, sino que tienen un compromiso con la sociedad y deben buscar nuevos modelos más sostenibles que consigan lo que ya se conoce como triple impacto: social, medioambiental y económico. Esa transformación del sistema es ineludible, y el estudio "Propósito y reinvención del capitalismo" elaborado por CANVAS Estrategias Sostenibles, recientemente publicado, refleja un consenso generalizado entre la población española en este sentido.
Según este informe, el 78% de los españoles considera que el capitalismo debe cambiar. La ciudadanía suspende con una media de 4 sobre 10 al sistema socioeconómico actual, y percibe su impacto negativo en temas de gran preocupación social como son la garantía de un trabajo decente, la lucha contra la pobreza y la desigualdad o el derecho a una vida digna. Además, una amplia mayoría expresa su preocupación respecto a la incapacidad del sistema de lograr una distribución equitativa de los recursos o combatir el cambio climático.
¿Cuáles son las prioridades sociales?
El 60% de las más de mil personas consultadas, de todas las generaciones, áreas geográficas y niveles socioeconómicos, afirma que las primeras medidas que se deben tomar corresponden al ámbito social, con las necesidades básicas en el punto de mira. La ciudadanía prioriza tener un trabajo decente para progresar en la vida, el cuidado de las personas y la lucha contra la pobreza.
El descrédito del capitalismo también se refleja en la pérdida de legitimidad de las instituciones. La ciudadanía manifiesta una crisis de confianza en la capacidad de gran parte de las instituciones y organizaciones actuales como motor de los cambios que se exigen al sistema. Los peor parados son los partidos políticos y sus representantes, con un suspenso de 2,44 sobre 10, y en el lado opuesto aparecen las instituciones del ámbito educativo -escuelas y universidades-, que consiguen un aprobado, alcanzando un 5,19 sobre 10.
Esta credibilidad que se concede al ámbito educativo es también compartida por las organizaciones supranacionales y los movimientos de activismo social que hemos visto crecer en los últimos años. Unas valoraciones que arrojan otra verdad ineludible: las instituciones tradicionales no funcionan de forma adecuada y no parecen convencer a la ciudadanía, mientras que la educación y los grupos activistas sí generan una ventana de esperanza para el cambio.
Las empresas también juegan un papel clave en la transformación del modelo que busca la sociedad española. Así se refleja al valorar a las organizaciones empresariales que tienen como propósito atender a las preocupaciones de la sociedad y el medio ambiente. Según el estudio, el 74% de la población considera total o bastante necesario que las empresas velen por el impacto social, ambiental y económico para la transformación del sistema. Desde la visión de la ciudadanía, el perfil de una organización con propósito representaría un nuevo modelo de organizaciones que puedan combinar varias características como lo global y lo local, lo urbano y lo rural.
Con todo ello, un 56% de las personas encuestadas considera que las empresas pueden tener un papel determinante en el desarrollo sostenible en el mundo. Se reafirma así el rol del sector privado en la transformación del sistema y la oportunidad de ser parte del cambio, de ser mejores PARA el mundo. ¿Cómo hacerlo? Un 36% de los consultados señala la creación de empleo y prosperidad para el entorno como lo primero en que deben invertir las empresas, enfatizando la expectativa en los sectores de la energía, el transporte, la tecnología o la industria química y farmacéutica como clave a la hora de lograr la transformación deseada.
De cada persona a la sociedad
La población española se considera sensibilizada con el desarrollo sostenible, y atiende a su impacto social y medioambiental en el entorno más cercano. Más del 60% se identifica con hábitos responsables o sostenibles. No obstante, hay una brecha entre esta sensibilidad y los hábitos cotidianos, el cambio de comportamientos individuales necesita educación, recursos y nuevos hábitos que requieren la fuerza colectiva.
Las acciones individuales son relevantes, pero se necesita un impacto generalizado como sociedad, que las empresas y las instituciones lideren esa transformación hacia una prosperidad compartida y en la que la vida sea el centro, repensar nuestra mentalidad acerca de lo que significa el éxito y cuáles son las prioridades.
Las personas necesitamos ese cambio y las organizaciones pueden impulsar esa necesaria reflexión para la acción, preguntarse cómo pueden atender a las necesidades sociales y del entorno y enfocarse en ello. Ninguna empresa puede ser saludable en un contexto de crisis, de descrédito y desconfianza. Tener un propósito que contemple esta realidad se vuelve vital en un mundo en transformación, y los casos de empresas que así lo están haciendo demuestran que la economía acompaña cuando el beneficio es compartido.