Los sindicatos exigen una subida general del 4% en los sueldos negociados por convenio. Aunque presentan esta cantidad como una estimación de la inflación media para 2022, lo cierto es que la cifra contradice tanto la situación real de las empresas como de la economía española, que registra una productividad que aún sigue un 6,6% por debajo de los niveles de 2019.
Esta propuesta complica las conversaciones con los sindicatos para renovar el Acuerdo de Negociación Colectiva para los próximos tres años y refleja una posición que tensiona todos los pactos en materia salarial que ya se negocian en el seno de las empresas. Y es que el aumento que se pide es casi el triple del pactado en convenio en 2021, que quedó en el 1,47%. Pero en enero saltó al 2,01%, una escalada que muestra que los acuerdos entre empresas y trabajadores se debilitan para contener el impacto de la inflación. Ello amenaza con propiciar unos efectos de segunda vuelta que agraven mucho más la subida de los precios. Es evidente que los sindicatos no entienden que la mejor manera de garantizar tanto el poder adquisitivo de los trabajadores como su empleo, es reducir la inflación, no disparar arbitrariamente los sueldos. Además, la rigidez en la negociación colectiva reintroducida por la reforma laboral hace temer que la postura maximalista de los sindicatos no sea temporal. De hecho, es inevitable recordar escenarios como los de 2008 y 2009, con subidas de sueldos muy superiores a las del IPC mientras se destruían cientos de miles de empleos. Entonces, patronal y sindicatos lograron revertir la situación con una serie de acuerdos basados en una necesaria responsabilidad salarial, a la que UGT y CCOO, jaleados por el Gobierno, renuncian ahora.