
La tensión geopolítica entre la OTAN y Rusia por Ucrania va a más. Es cierto que las partes siguen negociando, pero en estos momentos no se puede descartar ningún escenario, incluso el bélico.
En cualquier caso Europa se erige como uno de los territorios más damnificados del conflicto, debido a su elevada dependencia del gas ruso (entre el 30 y el 35%). Consciente de ello, Moscú utiliza la energía y los acuerdos de suministro como herramienta de presión para suavizar la posición de Europa con Ucrania. Lo demuestra el hecho de que Rusia ha reducido hasta lo mínimo indispensable el suministro de gas a Alemania. Con ello ha obligado al país germano a recurrir al carbón para evitar unos apagones, que podrían darse en otros países europeos si Rusia decide finalmente cortar el suministro. Independientemente de si se llega a tal extremo, toda esta tensión tendrá una clara consecuencia: el alza en los precios del gas, que ya se cuadruplicó en 2021, y de otros hidrocarburos como el petróleo. Es conocida la influencia del gas en los altos precios de la energía, que a su vez son los grandes responsables de la elevada inflación en la eurozona (5,3% al cierre de 2021). De ahí que una de las consecuencias de los mayores precios del gas por el conflicto en Ucrania sea disparar las tensiones inflacionistas en Europa. El BCE se verá entonces obligado a acelerar su progresivo ritmo de normalización monetaria y a acometer subidas de tipos de interés para contener los precios. Este escenario es muy peligroso para la recuperación europea. Pero más aún para países como España, por el elevado peso de su deuda en el PIB (superior al 120%). De ahí que resulte una total irresponsabilidad el firme apoyo del Gobierno a una posible intervención bélica de la OTAN en Ucrania.