
El sector agroalimentario no solo es esencial para nuestra subsistencia, sino estratégico para la economía española como lo demuestran las cifras: supone el 12% de nuestro PIB y genera 2,4 millones de puestos de trabajo, el 9,1% del empleo total.
Si lo comparamos con otros, la industria agroalimentaria supone en valor siete veces más que la farmacéutica y más del doble que la industria de automoción. Además, el sector en España puede presumir de ser un 34% más productivo y un 30% más competitivo que la media de la UE, y de hecho ocupa el cuarto lugar en el ranking europeo, con un aumento del 4,3% a pesar de la pandemia.
Y son muchas las fortalezas de este sector, pues durante los primeros meses de la pandemia demostró una gran estabilidad y una enorme capacidad de reacción que le llevó a implementar rápidamente medidas excepcionales que aseguraron el suministro a la población de los productos necesarios en condiciones sumamente complejas. Sin embargo, también padece algunas debilidades que deben ser solucionadas para lograr ganar importancia en la percepción de la sociedad y, sobre todo, para conseguir más voz y peso en los ámbitos de las decisiones estratégicas de la economía.
La cadena agroalimentaria es un ente complejo, un ecosistema con muchos y variados eslabones que en ocasiones actúan bajo intereses y acciones totalmente opuestos y en plena contradicción: por un lado, están la agricultura y la ganadería, por otro las fábricas y las unidades productivas, y por otro la comercialización, más cerca del consumidor. A ello se suma la diversa composición de las empresas del sector, mayoritariamente pymes cuyo tamaño no permite llevar a cabo acciones que necesitan contar con una "masa" que asegure la gestión, los niveles de inversión y riesgo, la operativa y la participación para tener éxito. Son muy loables algunos proyectos surgidos a raíz de la llegada de los Fondos Next Generation, que han conseguido aglutinar diferentes partes de la cadena de valor propia (producción con transformación e incluso con industria auxiliar y centros de investigación), pero se hace necesario trabajar en la búsqueda de un planteamiento y una visión conjunta para hacer aflorar sinergias.
Por otro lado, la Transformación Digital, imprescindible en todos los sectores hoy en día, avanza también en este, pero no con la velocidad necesaria porque a menudo se percibe más como una imposición que como una ventaja competitiva. Pero a pesar de algunas resistencias, la irrupción del concepto "sostenibilidad" ha acelerado de forma intensiva la introducción de cambios que se han traducido en políticas basadas en el Green Deal y Farm to Fork, impulsados por la UE. Algunas empresas de alimentación ya han aceptado, interiorizado y asimilado la necesidad de incorporar medidas en favor y acción de los ODS, y poco a poco van incorporando estrategias para la reducción de emisiones, la descarbonización, la disminución de envases y la introducción de una economía circular.
El sector agroalimentario se está adaptando además a las nuevas tendencias que impone el consumo omnicanal, junto con el mayor grado de polarización entre nuestros consumidores. Ingenieros agrónomos y expertos en biotecnología trabajan para desarrollar procesos productivos eficientes y también ofrecer alternativas a los alimentos actuales, como la obtención de proteínas de diferentes orígenes o la nutrición de precisión. Todo ello son realidades que hay que contemplar e incorporar en las estrategias y planes de acción y el entorno es ahora propicio, pues los fondos Next Generation van a suponer una palanca económica muy importante. Será la aportación monetaria mayor de los últimos tiempos con una clara implicación hacia próximas generaciones.
Ahora el gran reto es gestionar estos fondos de una manera adecuada para poder continuar afirmando que el sector agroalimentario es y será estratégico para nuestro país, y que nuestros productos, afianzados en el mercado interno, continúen siendo muy demandados y valorados en el exterior.