Opinión

De qué vamos

Para el autor, la política busca el enfrentamiento mientras el país atraviesa una crisis económica y social

El domingo 28 de noviembre el periódico El País publicó una larga entrevista con el portavoz en el Congreso de ERC, Gabriel Rufián. A lo largo de toda ella no se entró para nada en lo que, a mi juicio, es lo más relevante a lo que se enfrenta la sociedad española: el paro (especialmente el juvenil), la inflación, la pandemia, la marginalidad, la inestabilidad en el empleo, la deuda pública… Todo eso no existe para ellos, los aliados de Sánchez, y posiblemente tampoco para el propio Sánchez.

Para Rufián, lo importante es que desde Cataluña se expulse al español:

"Esto es una cosa de cuatro familias en Cataluña que de una forma muy reaccionaria dicen que el castellano está perseguido. La inmersión lingüística es una victoria de la clase trabajadora".

Hay que tener la cabeza muy mal para afirmar lo que acabo de reproducir. De la "clase trabajadora" inmigrante cuyos hijos tienen como lengua materna el español y se les obliga a estudiar en catalán, con los perjuicios que ello ocasiona en sus calificaciones.

Respecto a la sentencia que obliga a que el 25% de las clases se impartan en español, Rufián (qué apellido tan catalán), dice: "Esta sentencia es inviable. El mismo Gobierno se pregunta cómo se cumple y dice que no se puede aplicar. ¿Qué haces? ¿Obligas a los críos a hablar castellano?"

En efecto, las cosas no van bien, pero lo que ahora parece imponerse no es la realidad, sino el relato. Lo ha descrito muy bien Vicente Vallés: "Los expertos en comunicación saben de la importancia de imponer tu relato para que no se imponga el relato del adversario. Solo puede ganar uno. Y, en esa tarea, el claro vencedor de este periodo político es Pedro Sánchez".

Pero ese proceso llevó a que Sánchez primero proclamara que el PSOE no iría con Podemos ni a misa; luego ganó la moción de censura gracias a partidos situados fuera del sistema y destruyó por completo la horma a partir de enero de 2020 cuando no solo convirtió en ministros a dirigentes de Unidas Podemos, sino que consolidó su poder con socios como ERC (Junqueras: "lo volveremos a hacer") y Bildu (Otegi: "tenemos a 200 presos en la cárcel y si para sacarlos hay que votar los Presupuestos, pues los votamos").

Y así estamos. Uno se pregunta cómo es posible que haya gente que crea que el bloque separatista-izquierdista que hoy sostiene al Gobierno de Sánchez representa a la izquierda, mientras que al otro lado no están quienes defienden la Constitución y la unidad de España sino un conglomerado de derechistas enemigos del pueblo. Pues bien, por increíble que resulte este mentiroso relato es el que sostienen Sánchez y sus avalistas. Relato y políticas que buscan el enfrentamiento mientras el país atraviesa una crisis que no es sólo sanitaria, también lo es económica y social. Una crisis que no se va a arreglar mirando para otro lado o lanzando a la cara de los diputados una ley como esa llamada de "memoria democrática", que lo único que busca es volver al 36. Es decir, al enfrentamiento entre españoles.

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