
La banca española puede presumir de que ha atravesado la crisis con un impacto en sus reservas de capital notablemente bajo. Este capítulo se ha reducido un 11% respecto a febrero de 2020, un porcentaje reducido considerando que las entidades se situaron, desde el inicio de la emergencia, en primera línea y multiplicaron sus exposición a los sectores más afectados por ella, en especial las pymes y los autónomos.
Ante tan meritorios resultados, los bancos españoles llevan meses normalizando sus colchones de capital; sin embargo, conviene que no se precipiten en esa tarea o que incluso la pospongan. Son múltiples los indicadores que delatan cómo la recuperación no cubrió las expectativas en el segundo trimestre ni tampoco durante el verano en España. En este contexto, plagado de nuevas dificultades, se producirá el final de las moratorias crediticias y las exenciones de pagos de los préstamos ICO. Es por ello previsible que el volumen de créditos que merecerán la calificación de dudosos crezca un 20% hasta 2023 y sume 100.000 millones en términos absolutos. Esta última cifra debe tenerse muy en cuenta debido a que es prácticamente idéntica a las dotaciones por futuros impagos que los bancos españoles registraban a finales del pasado junio (103.000 millones).
El riesgo de un fuerte incremento de los impagos seguirá plenamente vigente y los bancos deben ser cautelosos
Las entidades no pueden permitir que sus cortafuegos previstos para hacer frente a una oleada de impagos muestren un margen de protección tan estrecho. Resulta así necesario que vuelvan a alinearse con las recomendaciones del Banco de España y del BCE que conminan a seguir elevando sus colchones de capital. Un fuerte alza de la morosidad aún es posible y el sector financiero debe estar preparado para ello.