
A la hora de enumerar los sectores más afectados por la epidemia, es muy raro encontrar clasificaciones que incluyan al sector de las telecomunicaciones. Muy al contrario, el auge del teletrabajo y las restricciones a la movilidad llevaron la demanda de datos y conectividad a niveles históricos.
Resulta así fácil olvidar que este sector presenta un comportamiento atípico ya que, en él, los aumentos de tráfico no se traduce en un alza proporcional de los ingresos. De hecho, los analistas estiman que en 2021 la facturación de las mayores telecos europeas apenas subirá un 1,5%, la mitad del ya muy reducido avance del 3,1% que lograron en 2020. Los muchos años de agresivas guerras de precios entre estas compañías hicieron que las tarifas planas se generalizaran, lo que implica que los usuarios pueden consumir mucho más, pero pagando a cambio el mismo precio. En paralelo, el negocio en el que aún se aplicaban las más altas tarifas, las llamadas en itinerancia, se ha desplomado debido a las restricciones de movilidad y no es posible prever cuándo se recuperará. Esa situación dependerá de factores incontrolables para las telecos, en especial el avance de la campaña de vacunación y la normalización de los tráficos aéreos. Por si fuera poco, la crisis tiene otro efecto adverso: el número de clientes que más margen aportan (las empresas) está abocado a una importante reducción, debido a los cierres que la epidemia se halla aún en condiciones de provocar en los próximos trimestres.
El incremento de los tráficos no se traduce, en este sector, en un avance proporcional de los ingresos para las empresas
En este escenario, las telecos deben asumir que su propia crisis será larga, y que tendrán que afrontarla en un momento especialmente exigente, aquél en el que tienen que acometer cuantiosas inversiones para desarrollar el 5G.