Este, El viaje es la recompensa, es el título que Paco Luzón quiso dar al libro que escribió en 2017. Para los que no le conocieron en persona, aquel Paco que nació en El Cañavate (Cuenca) en 1948 y falleció ayer en Madrid, les recomiendo que se den una vuelta por este libro y empiecen reparando en su título que lo resume casi todo lo que Paco quiso hacer, decir y dejarnos como legado.
A los que le conocieron y trataron en su época de esplendor profesional no les ha podido sorprender la decisión que tomó cuando le diagnosticaron una enfermedad tan cruel como la ELA. Se lanzó con todas sus fuerzas, que no son pocas, a crear de la nada una fundación: Unidos contra la ELA.
Con la Fundación como instrumento visible quiso dar lo mejor de sí mismo para, entre otras cosas, compartir con los enfermos de ELA así como con sus familiares lo que fue su lucha por la vida en las condiciones extremas en las que vivió al máximo sus seis últimos años desde que le anunciaron un diagnóstico tan duro.
Pero no es lo mismo que no te sorprenda que optara por una decisión tan valiente como admirar con enorme respeto, y cariño a la vez, un caso tan excepcional de coraje, entusiasmo, solidaridad, liderazgo continuado, y en fin un comportamiento de gran ser humano en todas sus facetas.
Esa nueva densidad humana que le proporcionó la enfermedad, término que el propio Paco utilizaba, ha estado muy presente y se dejaba aflorar en cada una de sus acciones al frente de la Fundación.
Aquellos que compartimos con él experiencias profesionales en años complicados y situaciones de gran exigencia hemos podido reconocer ese mismo espíritu combativo que le caracterizaba y que ahora se ha traducido en todo momento en una sana ambición por cumplir lo que se propuso conseguir una vez que la vida dio ese giro brutal y le dejó mirando hacia un horizonte que a muchos les da tentaciones de rendirse. Es precisamente a muchos de estos últimos a los que la actitud de Paco en el viaje del que habla les iba dirigido su mensaje de ánimo.
A Paco Luzón le ocurrió lo contrario, superó un gran dolor interior y se sintió espoleado para iniciar y dejar en marcha lo que quizás haya sido la mejor iniciativa de toda su vida.
En todo momento ha capitaneado y guiado los destinos de su Fundación. Ha sido capaz de implicar a personas e instituciones de todos los perfiles imaginables. Deportistas de élite, personajes de la vida pública española, instituciones médicas del más alto prestigio nacional e internacional. Siempre con el mismo objetivo, que ayudaran a dar visibilidad a esta terrible enfermedad y que apoyaran los esfuerzos de la Fundación para ir avanzando en mejorar las condiciones de los enfermos y sus familiares y de esta manera aportar a estos mismos una dosis de ilusión y otra de solidaridad ante unas condiciones de enorme dureza desde todos los aspectos que lo queramos ver.
El legado que deja como presidente y fundador de la Fundación es de gran valor. Es un proyecto de enorme alcance. Un objetivo esencial es potenciar la investigación al máximo nivel posible y avanzar en la búsqueda de tratamientos por lo menos paliativos y por supuesto en dirección siempre hacia la meta de una curación médica. Acompañando a este objetivo, ambicioso pero que siempre lo consideró Paco Luzón irrenunciable, se fijaron otros que no son menos importantes. Tenemos que contribuir desde la Fundación a mejorar el entorno de los enfermos de ELA en todas las facetas posibles de su vida tan dura.
Este es el legado y el mandato a la vez. Ya no es solo Paco el que lo propuso, desarrolló y ha dejado lanzado. Ha implicado a innumerables personas e instituciones con su titánico e ilusionante esfuerzo.
Ahora cumplir su voluntad ya es un compromiso que, en definitiva, es rendirle el mejor homenaje posible y casi con toda seguridad el único que pediría de verdad.