
El año 2020 termina con la incertidumbre provocada por una posible tercera oleada de la epidemia a partir de enero, pero también con la esperanza de que la aplicación masiva de las vacunas pueda propiciar una recuperación más rápida de lo esperado.
Sin embargo, esas expectativas no implican que sectores como el bancario puedan relajar la reconversión interna en la que están inmersos. En el caso de las entidades españolas, la reducción de su red de sucursales continuará en 2021 con aún más intensidad que en este año. Así, pese a que la clausura de oficinas ascendió en 2020 a 1.100, a partir de enero se volverá a poner en marcha ese proceso, afectando en este caso a 4.000 locales. Este proceso de racionalización se inició a finales de la pasada crisis y ya ha dejado las redes bancarias en dimensiones más propias de principios de la década de los 80, pero no es posible vaticinar su final.
El intenso proceso de reducción de la red de sucursales en España sigue siendo inevitable para el sector financiero español
Las operaciones corporativas que la epidemia ha acelerado obligaran a más cierres y reducciones de plantilla. En paralelo, está aún por cuantificarse el daño que provocará a las entidades el aluvión de impagos que el BCE y el Banco de España vaticinan, debido a las quiebras empresariales que se avecinan y que la llegada de las vacunas no remediará. Pero sobre todo influye el continuo desembarco de nuevos competidores en el sector bancario (el último, la automovilística Renault que lanzó el mes pasado en España una muy ambiciosa política de cuentas y depósitos para captar clientes) y la ausencia de todo viso de un incremento de los tipos de interés en la eurozona. En tan hostil escenario, la reanimación de los bajos niveles de rentabilidad de la banca española hace aún ineludibles los ajustes.