La naturaleza humana es sumamente compleja. Desde los inicios de la civilización, el ser humano ha luchado contra grandes retos y siempre ha sido capaz de superarlos y abrirse camino debido a su enorme capacidad de adaptación. Como decía Peter Drucker, "el mayor peligro en tiempos turbulentos no es la turbulencia, es actuar con la misma lógica que antes".
Ahora, la crisis ha acelerado las tendencias que estaban en marcha y ha propiciado cambios en las costumbres y la escala de valores que afectan a las empresas, en un momento en el que Europa espera de España que ponga toda la carne en el asador para aprovechar los fondos en una robusta transición ecológica y una profunda transformación digital.
Estos cambios en la demanda suponen a su vez cambios en los modelos de negocio, en algunos casos muy significativos. Parte de ellos van a estar originados por nuevos hábitos de consumo, otros por cambios en las prioridades y otros por una exigencia de rapidez cada vez mayor en el servicio al cliente. Y para ser rápido primero hay que ser flexible, en un momento en el que estos cambios suceden con mayor frecuencia que antes.
En este contexto tan fugaz, la transformación digital viene a dar soluciones a las compañías. Por un lado, para impulsar a las organizaciones a utilizar los nuevos avances tecnológicos para aplicarlos a su negocio y conseguir mejoras sustanciales. Pero, por otro lado, podemos entender que existe una nueva realidad fruto de los avances tecnológicos, y las empresas deben adaptar sus procesos de negocio y su forma de trabajar a esa nueva realidad. En definitiva, la tecnología transforma lo que hacen las personas y además nos hace más inteligentes, elevando la exigencia de las cosas que podemos conseguir.
Es indudable que la tecnología ha cambiado el orden de las cosas, alterando las prioridades y creando nuevas necesidades, a la vez que hace caducar costumbres que yacían en lo más profundo de nuestro día a día. Muchos de los grandes cambios se obtienen de tecnologías inventadas hace muchos años, encontrando en el momento actual la oportunidad y encaje de circunstancias que permiten su crecimiento. Un ejemplo de ello es la inteligencia artificial.
En este contexto, la perspectiva de la IA a nivel empresarial en 2021 presenta una componente fuertemente económica, muy orientada a lograr beneficios en los negocios. En gran medida está relacionada con el uso de los datos para representar la realidad, y por tanto el éxito dependerá de lo bien o mal que la empresa aproveche esos datos para cada situación, monetizandolo. Monetizar el dato no es únicamente venderlo. Se trata de encontrar el valor y las aplicaciones adecuadas para crear una nueva perspectiva, entender la relación de las cosas, o anticipar un patrón de comportamiento futuro.
El ritmo de incorporación de la IA ha ido aumentando, desde los inicios prudentes donde se miraba la tecnología con cierta estupefacción e incluso escepticismo, hasta el momento actual donde muchas empresas han experimentado con numerosas aplicaciones para encontrar los beneficios de forma rápida. Se calcula que la inversión española en automatización de procesos crecerá más del 35% hasta 2022. La IA no solo ayuda a predecir, con modelos a menudo bastante precisos. También ayuda a entender mejor el negocio, a nuestros empleados y a nuestros clientes. Gracias a todo ello la IA permite crear servicios novedosos y diferenciales. Es tanto un facilitador como un productor de conocimiento.
La inteligencia artificial en la empresa de hoy se sostiene sobre la base de la ingeniería algorítmica, la cual a su vez depende de la existencia de datos históricos en suficiente volumen y calidad como para aprender de ellos. Pero además requiere del talento adecuado, científicos, ingenieros, analistas, y profesionales de otras disciplinas, que sepan traducir esos datos, que entiendan la necesidad de negocio y que lleven a la práctica las ideas para hacerlas realidad componiendo adecuadamente las piezas del puzzle. A pesar de la creciente tendencia por automatizar todo este proceso, la figura de ese "traductor de los datos" tiene una relevancia clave, y será difícilmente sustituible.
España dispone de una estrategia nacional de I+D+i en Inteligencia Artificial
España dispone desde el año 2019 de una estrategia nacional de I+D+i en Inteligencia Artificial, que a su vez acaba de ser impulsada por un plan que el Gobierno ha anunciado hace unas semanas, aterrizando y concretando la iniciativa previa España Digital 2025. Según este plan España tiene prevista una inversión de 600 millones de euros en IA hasta 2025. En este camino tenemos un fuerte reto más allá de fomentar su adopción por parte de las empresas: evolucionar el actual marco legal que rodea el uso del dato, así como introducir aspectos específicos que den cobertura a cuestiones éticas y jurídicas de la IA. ¿Cuál es la meta? lograr que el 25% de empresas utilice e implemente la IA y el Big Data para 2025.
Es importante puntualizar que los beneficios que ofrecen las capacidades de la IA no solo descansan sobre aplicaciones de carácter predictivo, sino que se extienden hacia la automatización de tareas complejas y la interacción entre la máquina y el ser humano, trabajando en mejorar la experiencia. Por ejemplo, hemos experimentado mejoras sustanciales en los productos de procesamiento del lenguaje natural desde que técnicas creadas por Google, OpenAI, Facebook y Microsoft, entre otros, han impulsado la investigación en este campo. Esto implica un desarrollo muy fuerte en productos como los asistentes virtuales y los sistemas de conversación que las empresas utilizarán para automatizar una parte aún mayor de la interacción con sus clientes. El ser humano se acostumbrará cada vez más a interactuar con máquinas que muestran cierto comportamiento aparentemente inteligente, eliminando el efecto rechazo que hemos visto en el pasado con muchos sistemas de atención automática.
El éxito en la implantación de este tipo de proyectos depende en gran medida de contar con las personas adecuadas, ya sea internamente, desarrollando las capacidades, o contando con ayuda externa. La inversión pública en fomentar la I+D sobre este campo, y en lanzar proyectos que mejoren la productividad de la empresa pública, debería ser un catalizador para que el sector privado se sume e incorpore estas tecnologías que sin duda alguna mejorarán el desempeño de su negocio, además de contribuir a mejorar la calidad de vida de la sociedad.