
Fox News, el canal de televisión de pago que se considera luz y guía de los sectores más republicanos del país, ha desmentido estos días a Donald Trump en su denuncia sobre el robo de los resultados en varios estados. Sus principales periodistas han dudado de la existencia de ese fraude porque el presidente y candidato no ha aportado pruebas ante la opinión pública. | El recuento en EEUU, en directo
Trump ha perdido de esta forma, al menos momentáneamente, a su principal valedor en los medios, un ejército con potente artillería y cientos de millones de presupuesto anual que equilibra en Estados Unidos la avalancha de medios cercanos al progresismo norteamericano, un equilibrio del que carecemos en otros países. Es sólo uno de los detalles con los que podemos considerar a Trump como perdedor de las presidenciales, pase lo que pase al final con el recuento en los estados decisivos y con los recursos ante los tribunales.
Su previsible derrota le convertiría en el gran fracasado, pero si finalmente conservara la presidencia, habría sido a un precio demasiado alto y demostrando no ser capaz de retener el título con claridad como sí hicieron Obama y en menor medida pero con triunfo al fin, George Bush hijo frente a John Kerry en 2004. No ganar la reelección es un baldón que sólo cuatro presidentes han padecido (Hoover, Ford, Carter y Bush padre), y el multimillonario neoyorkino haría el quinto en esa lista de losers.
Tras el fracaso de Hillary hace cuatro años, el Partido Demócrata no ha sido capaz de construir ni una alternativa sólida ni un candidato que sólo sea el mal menor
El Partido Demócrata, pase lo que pase en el apretado recuento, tampoco puede ser considerado como ganador de estas elecciones. No ha sabido ahormar una candidatura que quite de en medio al que consideran peor presidente del último siglo, pese a haber construido su discurso en convertir a Trump en el demonio. Pues bien, el demonio ha resistido y sigue teniendo el voto de la mitad de los norteamericanos.
Tras el fracaso de Hillary hace cuatro años, este partido no ha sido capaz de construir ni una alternativa sólida ni un candidato que sólo sea el mal menor. No ha habido un Barack con su Michelle que ilusionaran a los no republicanos ante una nueva etapa de la política del país. No ha podido tampoco recuperar el control del Senado, con lo que si Biden finalmente es presidente tendrá en contra la Cámara Alta que podrá vetar decisiones del presidente y será extremadamente duro para ratificar sus propuestas de nombramientos.
Sumemos en el vagón de los derrotados a la izquierda radical USA, muy activa en estos últimos meses, que ha fracasado en la oleada que intentó aprovechando los sucesos raciales y los abusos policiales contra la población afroamericana. Grupos difusos como Antifa han llevado la tensión a las calles pero no han erosionado el apoyo de los americanos conservadores al rubio y excéntrico candidato. Y cómo no añadir a los círculos culturales elitistas que llevan cuatro años posicionándose en contra de la administración Trump con sus galas y sus oropeles, y no han logrado quitarle votos ni aceptación entre sus votantes. Incluyendo en ese grupo a los súper famosos deportistas que llenaban en la era pre covid los pabellones del país pero no calibraron la fuerte implantación de los mensajes patrióticos del republicano, que le está permitiendo disputar la presidencia hasta el recuento del último de los votos.
En Pensilvania, Ohio y Florida, aunque esta vez acaben no siendo decisivos, midieron mal las verdaderas fuerzas de Trump
Las encuestas y los institutos demoscópicos tendrían que hacer una larga reflexión tras los resultados. El dato nacional de apoyo en intención de voto no vale para nada en un país de elección mayoritaria y por territorios que reparten compromisarios de forma desigual según la población. Ese dato ha engañado a los ciudadanos durante meses, especialmente en Europa donde se importa de forma alegre sin la explicación de que el valor de la diferencia de Biden en votos totales en toda la nación era cero porque lo realmente útil es ir estado por estado analizando esa intención de voto en relación a los delegados que cada uno aporta al Colegio Electoral.
Dieron por perdido demasiado pronto al GOP, The Grand Old Party republicano, y su base social demostró que sigue siendo amplísima y estable. En Pensilvania, Ohio y Florida, aunque esta vez acaben no siendo decisivos, midieron mal las verdaderas fuerzas de Trump.
Aunque Trump abandone la Casa Blanca, sus políticas divisivas le sobrevivirán, decía el Washington Post este jueves, junto al mapa dividido en rojo y azul. A Biden le costará los cuatro años de su presidencia, en caso de confirmarla, desmontar esa fractura social y puede que ni en ese tiempo lo logre, ya que difícilmente tendrá un segundo mandato si es presidente. Un país en el que la mitad de los comensales de una cena entre amigos se levantan y se marchan cuando alguien lanza un elogio hacia el político de la ideología contraria, es un país carcomido en su esencia, la que siempre le ha guiado desde hace dos siglos largos: la pluralidad de ideas y el respeto a todas ellas.