
La pandemia del coronavirus es ya la mayor crisis que ha vivido el ser humano desde la Segunda Guerra Mundial, poniendo en entredicho el modelo económico global. El estado de alarma provocado por la COVID-19, ha generado una situación de crisis que, desde ámbitos públicos y privados, intenta mitigarse de la forma más ágil y segura posible. En política, la COVID-19 abre la puerta a un nuevo modelo de orden mundial en el que la tecnología se sitúa en el centro del nuevo escenario que se abre tras la pandemia.
Esto es particularmente cierto considerando los avances en digitalización, como el Internet de las Cosas, y las herramientas capacitadas para realizar análisis inteligente de datos. Es muy posible que la crisis de la COVID-19 acelere la adopción del Internet de las Cosas a una escala verdaderamente global. Las percepciones rápidas y fiables que estas tecnologías pueden obtener de los datos generados por esta tecnología son, en conjunto, la penúltima etapa de desarrollo de la Cuarta Revolución Industrial.
Hasta hace poco los usuarios utilizaban el IoT para detectar anomalías en los sistemas y no para la predicción de estos. Esta incapacidad de los usuarios finales de tomar decisiones en base a los datos generados por sus activos ha sido uno de los motivos de la baja tasa de adopción de estos sistemas en las distintas industrias y regiones. Sin los instrumentos analíticos adecuados, es difícil medir y actualizar el valor total de cualquier activo de IoT.
Es posible que la crisis del Covid-19 acelere la adopción del Internet de las Cosas
La inteligencia de datos nos permite modernizar completamente nuestros modos de inversión, producción, consumo y comercio. La increíble perturbación económica causada por la COVID-19 subraya la importancia de incorporar plataformas analíticas de IoT e inteligencia artificial en las empresas para analizar diversas formas de datos de activos del IoT distribuidos para informar sobre decisiones igualmente diversas, y así adaptarse a la forma en que esta crisis mundial pone a prueba la resistencia a la tensión de toda su cadena de valor.
La continuidad de los negocios sufre de shocks exógenos como los provocados por la pandemia actual. Y seguramente estamos obligados a ser testigos de posteriores brotes de escala similar a lo largo del siglo XXI. Por consiguiente, eliminar la exposición de nuestras industrias a estos riesgos y establecer entornos de inversión más resistentes es y seguirá siendo vital.
La industria energética ofrece un útil estudio de caso. Los inversores deben aumentar la resistencia de sus inversiones en activos energéticos incorporando el IoT y la inteligencia artificial con el objetivo de asegurar estas inversiones. Para los ejecutivos C-suite que tratan de obligar a los propietarios de acciones a reforzar sus sistemas de gestión de la continuidad del negocio (BCMS Business Continuity Management System), el aprovechamiento de las diversas tecnologías del IoT puede reducir la exposición a las réplicas de una determinada perturbación, como las restricciones políticas impuestas en respuesta a la pandemia.
Entre las más de 200 aplicaciones conocidas de Internet de las Cosas en entornos empresariales está su ventaja distintiva de minimizar la necesidad de interacción física, hombre-máquina con un activo. Con los datos derivados de esta tecnología, ya no es necesario enviar técnicos humanos para evaluar el rendimiento y las vulnerabilidades de los activos; un proceso que no sólo requiere tiempo y recursos, sino que también expone al personal a un mayor riesgo de infección en plena pandemia. Esto no quiere decir, sin embargo, la mano de obra humana sea innecesaria en el sector de la energía. El trabajo humano se destinará a refinar y responder a los conocimientos que genera la inteligencia de datos.
Las ventajas del IoT no se limitan únicamente a establecer un entorno de inversión resistente a la pandemia y a mejorar el rendimiento empresarial. La incorporación de la inteligencia de datos en los sistemas de energía renovable y no renovable puede mejorar la reducción de las emisiones, asegurar el suministro y responder mejor a la demanda, fortaleciendo en última instancia los mercados energéticos. Esto puede beneficiar a los inversores reacios a correr riesgos y a los consumidores sensibles a los precios, mientras se maximizan los beneficios ambientales derivados del aumento de la eficiencia operacional.
Aunque no detengamos la globalización ni el capitalismo mundial, ni superemos el paradigma del crecimiento tras la crisis, sí tenemos la oportunidad de hacerlo mejor. La inteligencia artificial ya está aquí para ayudarnos. Esperamos que el mundo saque las conclusiones correctas de la crisis actual. Y una de ellas debería ser: conectividad más virtual y menos física.