
En las vísperas de una reunión del Consejo Europeo que se antoja decisiva para pactar una respuesta unitaria a la crisis sanitaria y económica del COVID-19, me viene a la memoria el episodio protagonizado por los entonces jefes de Gobierno de España, José María Aznar, y de Alemania, Helmut Kohl, con ocasión precisamente de otra cumbre, comunitaria de finales de la década de los noventa.
Era una de las primeras a las que asistía el presidente español y lo hacía presumiendo ante sus homólogos de la Unión de sanear la economía española y hacerlo, además, bajando los impuestos a los españoles. Palabras a las que el canciller germano, visiblemente molesto, replicó afirmando, más o menos textualmente, que "usted ha podido bajar los impuestos porque yo he tenido que subir los míos", aludiendo a la tasa que se había visto obligado a imponer en 1991 para financiar la reunificación y que aún sigue vigente. Recordándole también que Alemania era quien pagaba el 60% de los fondos europeos de los que España era uno de los mayores agraciados.
El problema es que la UE tampoco se fía de Sánchez ni de su coaligado en el Gobierno
Y traigo esto a colación porque aquí, creo, se resumen las diferencias tradicionales entre el norte y el sur de una UE en la que el planteamiento de los países ricos del norte es que sus socios del sur no pueden seguir viviendo eternamente de la solidez de sus economías. Esta es la clave del rechazo frontal a la emisión de eurobonos o coronabonos y de las resistencias a mutualizar la deuda. Oposición que personifica Holanda, y en concreto su ministro de Finanzas, Wupke Hoekstra.
Holanda y su ministro Hoekstra, dan la batalla pero quien manda es Alemania y las soluciones vendrán cómo, cuando y en los tiempos que Alemania decida.
Cierto es que Holanda es quién batalla en la primera línea del rechazo al uso de instrumentos comunes de deuda para afrontar la recesión que la pandemia está provocando, y que ejerce también la portavocía del bloque de ricos contribuyentes opuestos a un presupuesto septenal de la UE superior al 1% del PIB, pero quien realmente manda es Alemania y las soluciones, si las hay, vendrán cuándo, cómo y en los tiempos que Alemania ordene.
De ahí la propuesta del Parlamento Europeo del pasado jueves, apoyada incluso por el partido conservador de Angela Merkel de crear unos llamados "bonos de reconstrucción" como instrumento de financiación de ese Plan Marshall que piden Francia, Italia y España y que se diferencia de eurobonos en que no serían los Estados quienes emitirían deuda conjuntamente, sino una una institución europea, probablemente la Comisión, la que podría endeudarse, dentro de las reglas del presupuesto comunitario, para financiar un plan de inversiones europeo.
Calviño es la única garante de la credibilidad de España y de su continuidad y prevalencia dependerán las ayudas y las condiciones
Y no se trata aquí tampoco de demonizar a Alemania. Recordar que en con ocasión de la pasada crisis financiera, fueron precisamente Angela Merkel y su entonces ministro de Finanzas, Wolgang Schaüble, los grandes valedores y apoyos para superar la situación de extrema dificulta económica en que se encontraba España en 2012. El problema hoy es que en Europa tampoco se fían de Sánchez y menos aún de su coaligado en el Gobierno, a pesar de los buenos oficios de la vicepresidenta Nadia Calviño. Ella es la única garante de la credibilidad de España ante los socios europeos y de su continuidad y predominio sobre Iglesias y el ala podemita en el Gobierno, van a depender las ayudas y, lo que es más importante, las condiciones que nos pongan.
Así de claro. Porque aquí no hay buenos ni malos, sino simplemente la responsabilidad de evitar poner en peligro la continuidad misma de la UE con demandas imposibles para tapar con el auxilio del conjunto los errores de gestión de alguno de sus miembros.