Opinión

La democracia en cuarentena

Sánchez ha aprovechado la crisis sanitaria para tratar de poner a la democracia en cuarentena

Coinciden todos los expertos que la normalización de la vida de los ciudadanos tras la cuarentena será limitada en un principio y escalonada. Y eso es lo que está ocurriendo con nuestra democracia que el Gobierno puso en cuarentena, y prácticamente secuestrada durante las casi tres primeras semanas de confinamiento.

Con el argumento y la excusa de la crisis Pedro Sánchez ha utilizado los poderes que le confiere el Estado de Alarma para gobernar por decreto y poner todas las instituciones del Estado al servicio del Ejecutivo provocando serios temores de que intenta aprovechar la pandemia para realizar un cambio del modelo de Estado contrario a los principios básicos de la democracia parlamentaria, el Estado de Derecho y el libre mercado, siguiendo la estela del autócrata Viktor Orban en Hungría.

En cualquier régimen de libertades, los resortes con los que cuenta la democracia durante las situaciones excepcionales y de emergencia son el Parlamento, los medios de comunicación y la sociedad civil. Y todos ellos han estado confinados o sensiblemente limitados desde el primer Estado de Alarma decretado.

Con el argumento de la crisis Sánchez ha utilizado los poderes del Estado de Alarma para poner todas las instituciones del Estado al servicio del Ejecutivo

El Parlamento privado de su función esencial de control a un Ejecutivo que se limitaba a informar mediante comparecencias controladas y las tediosas peroratas del presidente del Gobierno en la televisión. Los medios de comunicación sometidos a participar en unas ruedas de prensa manipuladas por el secretario de Estado de Comunicación que era el encargado de seleccionar las preguntas y los medios y sin posibilidad de repreguntar lo que permitía a los comparecientes responder a su antojo, aunque en muchas ocasiones no tuviera que ver con la pregunta. Y la sociedad civil reprimida por el miedo a la enfermedad y con el temor a estar controlada en sus comunicaciones a través de la geolocalización.

Afortunadamente esta misma semana hemos asistido a esas primera medidas de desconfinamiento escalonado de la democracia, con la decisión de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, de recuperar las sesiones semanales de control -no a iniciativa del Gobierno sino por las presiones y amenazas legales de la oposición-, y también con la rectificación del Ejecutivo para acabar con las ruedas de prensa manipuladas permitiendo que sean los propios medios de comunicación quienes soluciones las preguntas y los informadores y abriendo la posibilidad de repreguntas. El desconfinamiento gradual de la sociedad civil todavía está en lista de espera.

El presidente Sánchez pidió con insistencia el jueves en la Cámara de Diputados "unidad y lealtad" a la oposición. Unidad y lealtad que, coincidimos, son absolutamente imprescindibles en esta situación crítica y para derrotar definitivamente a la pandemia. Pero parafraseando al refranero hay que convenir en que la lealtad y la unidad empiezan por uno mismo y el problema que tiene Pedro Sánchez es que ha demostrado que no es de fiar y que ha demostrado una capacidad inusitada para decir hoy "si", mañana "no" y pasado todo lo contrario sobre una misma cuestión. Y ahí está ese gobierno con Podemos, los mismos con los que dijo no podría dormir si compartían el poder.

Desde su llegada a la Moncloa, y más con la crisis sanitaria, Pedro Sánchez se ha dedicado a ningunear a la oposición

Sánchez, desde su llegada a la Moncloa, y más durante esta crisis sanitaria, se ha dedicado a ningunear a la oposición, a la que se ha limitado a informar y con la que no ha querido negociar ni las medidas sanitarias ni los decretos económicos para los que lo único que ha pedido es el apoyo incondicional y sin matices.

También reiteró ayer el Presidente su oferta para reeditar los Pactos de la Moncloa para lo que se comprometió formalmente a mantener el actual modelo de Estado respetando íntegramente y en la totalidad de su contenido la actual Constitución. Loable, aunque para ser creíble, en España y en Europa, lo primero que debería hacer es romper la coalición y desprenderse de sus socios de Gobierno.

Sólo así ese gran acuerdo, imprescindible para la reestructuración social y económica de España, será posible, y sólo así podrá recibir la unidad y la lealtad que solicita, no sólo la de la oposición, sino la de la sociedad entera de esta España que, una vez más, está demostrando estar muy por encima de la clase política que debería representarla.

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