
Hace justo un año celebrábamos el 20 aniversario de Asedas. Lo hacíamos con una reflexión sobre el camino que hemos recorrido en las últimas décadas, durante el que hemos asistido a un cambio de paradigma en el funcionamiento de la cadena agroalimentaria. Éste se define por la modernización y profesionalización de las explotaciones agrarias, la internacionalización del sector y el desarrollo de nuevas vías de acceso al consumidor, como es el supermercado de proximidad.
Con los ecos de las últimas movilizaciones de organizaciones agrarias muy presentes, conviene recordar que la evolución de los supermercados en España tiene que ver, entre otros factores, con el desarrollo de estructuras empresariales diversas y competitivas -cadenas de carácter local, regional y nacional, así como estructuras familiares, cooperativas, cotizadas y franquicias- que aportan una gran variedad de modelos de tienda y surtidos. Todas ellas ayudan a conformar una oferta de proximidad tremendamente rica y muy competitiva, que garantiza el acceso al mercado de los agricultores y sus cooperativas -sean grandes o pequeñas- en los ámbitos local, regional, nacional e internacional.
El liderazgo que en España ejercen las cadenas de distribución regionales en muchas zonas es un rasgo característico de nuestra distribución alimentaria. Y uno de los factores diferenciadores de las cadenas regionales es, precisamente, la oferta de un surtido de productos frescos de productores locales que contribuye de forma determinante a que el consumidor tenga acceso a una mayor variedad de productos en proximidad, se encuentre donde se encuentre.
La competitividad, el equilibrio entre formatos y la innovación son tres de los factores que han situado a la distribución moderna española como la cuarta más eficiente de Europa, según un reciente estudio realizado por la Universidad Autónoma.
Flexibilidad
Precisamente, una gran lección de estos años es la continua necesidad de innovación para adaptarse a los cambios que demanda el consumidor. Éste debe estar siempre en el centro del trabajo de todos los eslabones que conforman la cadena de valor agroalimentaria. Esto significa que el conjunto de agentes que participan en la cadena debe trabajar unido para aportar la suficiente flexibilidad que permita responder con rapidez a los retos que plantea la sociedad. Por ello, el análisis de los problemas a los que cada uno de los eslabones se enfrenta cada día debe abordarse a través de un diálogo que incluya a todos y que derive en modelos de creación de valor compartidos y en beneficios para el consumidor.
Pero el diálogo es difícil de acometer si no contamos con estudios independientes y fidedignos sobre cuestiones como la formación de precios en la cadena. El anuncio por parte del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de retomar y actualizar los informes del Observatorio de Precios es, por ello, una buena noticia, ya que éste es quien mejor acceso tiene a la información que nos ayuda a comprender las complejidades de este proceso.
La complejidad de la cadena
En todo caso, uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos es la dificultad de explicar a la sociedad la complicada dimensión de la cadena de valor que incluye, además de la producción, el tratamiento de los productos, su seguridad, la cadena del frío, el transporte o la exposición al público, entre muchos otros. Además, abordar de manera sencilla la gran cantidad de factores externos que pueden influir en la formación de los precios agrarios y que van desde la climatología hasta cuestiones geopolíticas o la influencia del comercio internacional. Intentar simplificar en exceso puede conducir, desgraciadamente, a la desinformación del consumidor.
Crecimiento de la cadena de valor Seguir creciendo juntos significa asumir conjuntamente el gran reto común de la triple sostenibilidad: social -para que los consumidores mantengan un acceso a la alimentación variada, segura y a precios competitivos en cualquier lugar en el que vivan-, económica -creando modelos de relación comercial que permitan crecer a toda la cadena-; y medioambiental-introduciendo la economía circular en todo el proceso de producción y distribución de alimentos-.
Para superar con éxito los retos que depara el futuro, es necesario un sector agroalimentario fuerte, competitivo y con posibilidad de crecimiento. En los últimos años, se ha avanzado enormemente en la creación de unas relaciones estables con los productores, que permiten el enfoque de la producción hacia la demanda real del mercado y aseguran la estabilidad de los precios.
El consumidor
El análisis del comportamiento del consumidor es fundamental para alcanzar un cambio de mentalidad que consiste en "producir lo que se consume" en lugar de "intentar vender lo que se produce". El productor debe ser consciente de que nos encontramos en un momento de grandes y rápidos cambios en los hábitos de consumo. De nuestra capacidad de adaptarnos a la demanda del consumo depende la supervivencia de todos.
El conjunto de la cadena vive en estos momentos en un entorno muy cambiante y, probablemente, seremos testigos de grandes transformaciones en la manera de producir, de vender y de consumir alimentos. Todos llegaremos preparados para asumirlos si logramos aplicar prácticas de colaboración en las que riesgos y beneficios sean compartidos. Son muchos los retos comunes que exigen ponerse manos a la obra para responder a ellos conjuntamente con una visión de cadena, eso sí, una cadena sostenible para todos.