Opinión

El poder de las minorías en el sector de la restauración

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Somos muchas las empresas que nos dedicamos al sector de la restauración en España, para mi gusto demasiadas. Todos estamos de acuerdo en que nos hemos convertido en un gran dinamizador de la economía nacional, aunque se nos está complicando el tema por la voraz competencia que existe en el mercado.

A pesar de que la restauración organizada se consolida como una de las áreas del mercado que más crece, no resulta nada fácil fidelizar a un cliente que se pierde a diario entre tanta oferta.

Por este y por otros motivos, aquí nos tenéis a las cadenas todo el día haciendo encaje de bolillos, ya no solo para captar la atención del consumidor y satisfacer sus necesidades, sino para conseguir que cada uno de nuestros locales sean rentables y nuestros franquiciados alcancen el índice de rentabilidad que les hemos prometido.

Y en esas estamos, ¿qué podemos hacer para diferenciarnos en este océano de conceptos totalmente profesionalizados capitaneados por grandes ideas difíciles de lidiar? Que no cunda el pánico, porque si hay algo positivo en todo esto es que gracias a esta situación la calidad del sector y su forma de hacer las cosas se está viendo reforzada.

Estamos viendo de qué manera podemos diferenciarnos sin perder la esencia de nuestra marca. Un camino que nos ha llevado a fijarnos en aquellos colectivos que hasta ahora no habían resultado interesantes a la hora de diseñar las propuestas, pero que sin embargo últimamente están muy presentes en nuestras cartas y en nuestros planes de marketing.

Hablo de las grandes minorías, esos grupos de la población que antes prácticamente resultaban invisibles a los ojos de la sociedad, pero que se han convertido en parte muy importante de nuestros pensamientos a la hora de diseñar las estrategias de empresa.

Voces que cada vez suenan más altas y que demandan la atención hasta ahora no prestada: celíacos, diabéticos, personas con intolerancias alimenticias, vegetarianos, veganos y todos para los que su alimentación forma parte de un estilo de vida.

Puedo afirmar que desde La Pepita Burger Bar nos sentimos plenamente comprometidos con esta causa, pero también he de decir que no está siendo nada fácil.

No hay mayor satisfacción ver la cara de un cliente cuando te dice "soy celíaco, ¿qué tenéis para mí?" y poder responder que hay una selección especial de platos para él. O "yo soy vegano, ¿qué puedo comer?" y de la misma manera, ofrecerle una gran variedad de recetas elaboradas especialmente, a pesar de estar comiendo en un local cuyo plato estrella es la hamburguesa. Lo que es difícil de medir es el grado de intensidad entre la satisfacción y el duro trabajo que todo esto tiene detrás.

Nos ponemos en situación. Reunión de equipo donde se plantea la posibilidad de incorporar una línea de recetas especiales. Lo primero de todo, por triste que parezca, es hacer números si éstos salen en verde pasamos al siguiente paso. Lo planteamos al equipo de cocina, el encargado de diseñar las cartas. Selección de ingredientes, materia prima adecuada, modas, tendencias, variedades, prueba-error, aceptación, dificultad de elaboración, etc.

¡Bien! Ya tenemos configurado un menú. Pero no olvidemos que no estamos solos, que trabajamos para otros, nuestros franquiciados y ellos también esperan una línea adecuada. Pasamos la prueba de fuego y conseguimos incorporar esa idea de la primera reunión como una opción en nuestra carta.

Aún no hemos terminado. El proceso continúa y es que, antes de que el plato llegue a la mesa, es primordial que el personal del establecimiento cuente con la formación necesaria para informar correctamente al cliente.

Total, desde que la idea se pone encima de la mesa de reuniones, hasta que el plato se pone encima de la mesa del restaurante, ¿cuánto ha pasado? ¿cuánto hemos invertido en tiempo, recursos humanos y económicos? ¡Mucho!

Sin embargo, merece la pena. Prueba de ello es que el número de marcas que nos sumamos al carro de satisfacer las exigencias de las grandes minorías no para de crecer.

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