
Cuando mencionas que trabajas en elEconomista, es muy habitual una pregunta: ¿de qué grupo es elEconomista? Me ha tocado en muchas ocasiones explicar que somos un periódico independiente, una rareza dentro de un conglomerado mediático formado por los grandes grupos.
Después de esto, siempre viene otra pregunta: pero entonces, ¿de quién es? Hasta este lunes, siempre decía -con gran orgullo, hay que reconocerlo- que nuestro presidente era Alfonso de Salas, don Alfonso.
Para los neófitos e ignorantes del sector, había que explicar quien era don Alfonso. Pese a ser ese gran editor de la prensa española del que esta semana todo el mundo habla, el público general desconoce su nombre y su historia. Dice mucho de cómo era don Alfonso y de su personalidad sin rastros de vanidad.
En otro grupo estaban los enterados. A cualquier evento, rueda de prensa, comida o cena que vas en nombre de elEconomista, siempre preguntaban por él. ¿Cómo sigue Alfonso?, era la pregunta estrella de los conocidos. Siempre explicaba que "ahí estaba" y añadía un latiguillo muy manido, "al pie del cañón". Y era cierto. A don Alfonso te lo cruzabas en el pasillo, siempre saludaba, y todos los días acudía a la redacción a hablar con unos y con otros. No sé tanto del medio, pero creo que esto también es una rareza.
Esta semana se ha producido otra rareza. Al pasar por delante de su despacho -siempre abierto- don Alfonso no estaba sentado en su mesa. Creo que es justo escribir estas líneas. Nos ha dejado un buen tipo, que es de las mejores cosas que se puede decir de alguien.