
Es el día más triste desde que estoy en elEconomista. Explicar qué es Alfonso de Salas para elEconomista es sencillo: todo. Se me saltan las lágrimas al pensar que la última vez que le he visto fue hace unos días en la biblioteca mientras me despedía de una visita, y encima pensé que era incombustible. Me consuela que en el mes de mayo, en uno de los momentos más complicados que hemos pasado en el primer año con el fondo que asesoramos, sufriendo ser piloto becario en la Fórmula 1 de la industria de la inversión, entré a su despacho para agradecerle todo lo que había hecho por nosotros como editor.
Tenía que darle las gracias por la confianza que había puesto en todos los proyectos que nos han permitido llegar a lo que hoy somos y que, pasase lo que pasase, nunca olvidaría que he tenido el orgullo de trabajar con uno de los más grandes del periodismo.
No tengo palabras para ensalzar su valentía por creer en las cosas en las que hemos hecho en elEconomista y hacerlo desde la fe ciega de que van a funcionar simplemente por el hecho de que nosotros, los periodistas, creemos en ellas. Un editor como Alfonso, en una indiscutible simbiosis con Amador Ayora, ha permitido que entre muchas cosas hoy elEconomista tenga dos índices de mercado calculados por la bolsa alemana para seleccionar valores de calidad en España (Eco10 Stoxx) e internacionales (Eco30 Stoxx).
Alfonso nos regaló a Elena y a mí cuando nos casamos hace doce años la escultura de una mano que siempre ha estado en el salón de nuestra casa. Esa mano, Alfonso, tú no lo sabes, pero es la que vi tendida cuando hace años me llegó la oferta para gestionar un producto de inversión y tú me dijiste que podría hacer lo mismo en elEconomista. Amador y tú me convencisteis de que mi sitio era elEconomista cuando la letra y la música me tenían convencido.
Casi cinco años después solo faltan unos días para que se cumpla el primer año en mercado de un fondo asesorado por elEconomista. Entre medias, los tiempos de la aprobación por parte de CNMV, las innumerables veces en las que nos caíamos y tú siempre me levantabas porque decías que yo también debía tener ancestros aragoneses por lo cabezón que era.
El fondo es el vértice de la pirámide de todo lo que dijimos que íbamos a hacer cuando fundamos el periódico: un medio para que sus lectores tomaran sus decisiones de inversión y una auditoría permanente de cómo va lo que decimos que hay que hacer. Todo eso es tuyo Alfonso. Y es tuyo por la mano que nos tendiste hace catorce años para que pudiéramos decir por todas partes que con elEconomista veníamos a democratizar la inversión.
Sin Alfonso nos quedamos huérfanos de grandes editores, los que posibilitan que haya proyectos intelectuales por los que merezca la pena luchar. Pero nos quedará su huella. Si algo hemos aprendido de su mano es hacer de cosas pequeñas, cosas muy grandes. Cuando falleció su hermano, Juan Tomás, Gallego y Rey hicieron una viñeta en El Mundo en la que se veía a Franco. En la siguiente se caía porque le habían pegado con una bola de papel. La bola se abría y era Diario16. La trayectoria de Alfonso de Salas como editor es insuperable para consolidar los valores de la Transición, y en elEconomista solo podemos honrar su memoria en ese deseo de democratizar la cultura de la economía, la bolsa, los mercados y el ahorro. Como le dijo a Amador al despedirse de él, "nos hemos divertido". Se ha ido sin dejar la presidencia, como de verdad creo que quería. En la crisis de 2012 le pregunté por qué seguía peleando cuando ya lo tenía y había vivido todo. "Porque sin esto me muero", dijo.