
Los alimentos se encarecen un 1,8 por ciento en tiendas tradicionales e hipermercados, según reflejan las últimas estadísticas del sector.
Ese avance llama la atención en un contexto como el actual de baja inflación. De hecho, no responde a la situación de la economía, sino a la necesidad del comercio de elevar los precios para salvar sus ingresos frente al retroceso que muestran sus ventas. El recurso a estos encarecimientos entraña sus riesgos, debido a que puede acelerar la desaceleración que el consumo de los hogares ya sufre. Pero, sobre todo, se trata de un parche que no soluciona el problema de fondo del comercio tradicional. Éste aún tiene pendiente una reconversión para ganar atractivo ante un consumidor cada vez más digitalizado, y que cuenta con más canales que nunca para obtener productos.