
El presidente de EEUU, Donald Trump, rompió con su tónica de los últimos días, al escribir un tuit dirigido a China en el que no vertía nuevas amenazas, sino que contribuía a relajar las tensiones entre Washington y Pekín. En concreto, Trump retrasa la entrada en vigor de los aranceles del 10 por ciento que anunció este mes: en lugar de entrar en vigor el próximo 1 de septiembre esperarán hasta el 15 de diciembre.
La elección de la nueva fecha está lejos de ser casual y responde claramente a los intereses de las empresas y los consumidores estadounidenses. No en vano entre los productos que iban a ser gravados desde el mes próximo se hallan los móviles, la ropa y los juguetes. Retrasando su encarecimiento hasta diciembre, Trump salva la temporada de compras navideñas, que en EEUU se inicia en noviembre con el Día de Acción de Gracias, y asegura un nuevo impulso para el PIB en un país en el que el consumo es el motor fundamental del conjunto de la economía. Por tanto, resulta indudable que son razones internas las que guían a Trump a la hora de protagonizar esta distensión y, por ello, sería precipitado concluir que ya está dispuesto a alcanzar un acuerdo duradero con China. Sin embargo, no debe minusvalorarse tampoco el alcance que este nuevo gesto tiene, en puertas de la reunión de septiembre que celebrarán las delegaciones estadounidense y china. La mayor de las amenazas, una suspensión de los contactos como la que aconteció en marzo pasado, parece ahora disipada. El resultado es aún impredecible, máxime cuando a Trump le conviene mantener la tensión hasta la celebración de las elecciones de 2020, pero constituye una buena noticia que los dos gigantes estén aún dispuestos a sentarse a la misma mesa.