Opinión

Los contaminantes y su doble subvención

El efecto invernadero es el nombre por el que se conoce un fenómeno originado por varios gases presentes en la atmósfera (GEI: Gases de Efecto Invernadero), que condicionan la temperatura de la Tierra, y sin los cuales esta sería, aproximadamente, 21ºC menor, lo cual la haría inhabitable. En efecto, en ausencia de GEI, la temperatura media de la Tierra sería de -6 ºC, mientras que con los gases que hoy están presentes en la atmósfera es de 15 ºC. En todo caso, conviene saber que el principal GEI es el CO2, que en los últimos tres siglos ha contribuido, aproximadamente, a un 80 por ciento de dicho efecto.

Resulta obvio que este equilibrio térmico se ve seriamente afectado si, por cualquier causa, los GEI aumentan su concentración en la atmósfera. Esto se está produciendo. La mayor absorción de las radiaciones reflejadas en la superficie terrestre y la reducción de la salida de calor al espacio producen un mayor calentamiento del planeta. Hay datos y observaciones científicas que permiten asegurar sin discusión posible que esto es lo que viene ocurriendo desde la revolución industrial.

Según el informe internacional "Estado del Clima 2017" los niveles de GEI son los más altos registrados en los últimos 800.000 años. Los registros corresponden a mediciones directas de los últimos 59 años, comparados con los valores obtenidos a partir de muestras en las burbujas de aire atrapadas desde la Prehistoria en distintas capas, a diversos niveles de profundidad.

Las variaciones de datos del cambio climático dependen del descenso de los precios energéticos 

Como resultado de los avances de las últimas décadas, la ciencia del Cambio Climático permite diferenciar qué parte del calentamiento global se debe a la actividad humana y qué parte se debe al proceso de evolución natural, ya que existen factores naturales que afectan a la evolución de la temperatura, tales como la posición relativa de la órbita terrestre en relación con el Sol, cambios en la actividad volcánica y también en la actividad solar. Pero lo cierto es que los resultados científicos nos dicen que en los últimos cincuenta años estos efectos naturales de forma conjunta han contribuido, aunque sea muy débilmente, al enfriamiento de la Tierra y no a su calentamiento.

A este respecto, el profesor Jaime Terceiro criticaba en un reciente trabajo ("Transición energética y sistema financiero") que en la producción de combustibles fósiles, que son los más contaminantes, es necesario tener en cuenta las externalidades que generan, especialmente las emisiones de GEI. Lo más grave es que esta energía está doblemente subvencionada. Por una parte, no reflejan en su producción y venta los costes medioambientales y, por otra, porque en 2017 los combustibles fósiles recibieron de forma directa más de 300.000 millones de dólares en subvenciones. De esta última cifra, el 30 por ciento corresponde a los países del G-20, es decir, los países más desarrollados, que demográficamente están muy lejos de ser mayoritarios.

Las variaciones que se pueden observar en estas cifras de un año a otro están, básicamente, asociadas al descenso de los precios internacionales de la energía y no a un cambio de la política de subvenciones. Todo ello, pese a los reiterados llamamientos para "racionalizar y eliminar a medio plazo los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles que fomentan un consumo desproporcionado".

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