Opinión

La verdadera causa del auge de China

El rápido crecimiento económico de China en las últimas décadas ha sorprendido al mundo. Sin embargo, las razones del éxito del país son a menudo malentendidas y malinterpretadas.

El auge de China se atribuye en gran medida a su capitalismo de Estado, en virtud del cual el Gobierno, dotado de enormes activos, puede llevar a cabo una política industrial de amplio alcance e intervenir para mitigar los riesgos. En consecuencia, China debe su éxito, en primer lugar, al "control" del Gobierno sobre el conjunto de la economía.

Esta explicación es fundamentalmente errónea. Es cierto que China se ha beneficiado de tener un Ejecutivo con la capacidad de implementar políticas integrales y complementarias de manera eficiente. Sus líderes no están sujetos a los ciclos electorales cortos que caracterizan a las democracias occidentales, y el comité central de gobernantes de China puede participar en una planificación a largo plazo, visionaria e integral, ejemplificada por sus Planes Quinquenales.

Además, el poder del Estado chino ha reforzado su capacidad de implementación, lo que eclipsa a la de la mayoría de las economías en desarrollo y en transición. Un Estado fuerte - y la estabilidad social y política que sustenta - ha sido esencial para permitir el rápido avance de China en áreas como la educación, la salud, la infraestructura y la investigación y el desarrollo.

Está utilizando su planificación a largo plazo para la liberalización económica y la reforma estructural 

Es revelador, sin embargo, que China esté utilizando su planificación a largo plazo y su sólida capacidad de aplicación no para afianzar el capitalismo de Estado, sino más bien para avanzar en la liberalización económica y la reforma estructural. Esta estrategia a largo plazo -que ha permanecido inamovible, a pesar de algunos tropiezos y desviaciones a corto plazo- es la que se encuentra en el centro del rápido crecimiento económico del país a lo largo de decenios.

Curiosamente, los elementos de esta estrategia provienen directamente de los países avanzados. En los últimos 40 años de normalización diplomática con los Estados Unidos, el capitalismo al estilo estadounidense ha ganado una sólida posición en China, sobre todo entre las élites intelectuales y empresariales del país. Por lo tanto, si bien el gobierno de China siempre ha dado alta prioridad a la estabilidad, también ha trabajado para aplicar las mejores prácticas mundiales en muchas áreas, incluyendo el gobierno corporativo, las finanzas y la gestión macroeconómica.

Sin embargo, este proceso de liberalización económica y reforma estructural es también singularmente chino, en la medida en que ha hecho hincapié en la competencia y la experimentación a nivel local, que a su vez han apoyado la innovación institucional de abajo hacia arriba. El resultado es una especie de federalismo fiscal de facto y un poderoso motor de la transformación económica.

Tras tres décadas de tasas de crecimiento del PIB de dos dígitos, era inevitable una desaceleración

Los frutos de este enfoque son irrefutables. En la última década, han surgido una serie de gigantes tecnológicos y financieros privados chinos que, a diferencia de sus homólogos estatales, han logrado establecerse como líderes mundiales en innovación. La recientemente publicada lista Fortune Global 500 para 2019 -que clasifica a las empresas según sus ingresos operativos- incluye 129 empresas chinas, en comparación con 121 de los Estados Unidos.

Entre las empresas Fortune 500 de China, se encuentran los gigantes del comercio electrónico Alibaba, JD.com y Tencent, la empresa que está detrás de la popular aplicación móvil WeChat. El gigante tecnológico Huawei logró subir 11 puestos desde el año pasado, a pesar de la campaña del presidente estadounidense Donald Trump contra la compañía. Y Xiaomi, con nueve años de historia, un fabricante de teléfonos inteligentes, hizo historia como la empresa más joven de la historia en entrar en la lista.

El espectacular aumento de estas empresas -y la prosperidad y la competitividad que han contribuido a fomentar- no se debió principalmente a las políticas industriales dictadas desde el poder de arriba a abajo, sino a la liberalización económica y a la innovación de abajo hacia arriba que ha facilitado. En un momento en el que EEUU acusa a China de utilizar herramientas capitalistas de Estado -como las subvenciones a las empresas nacionales y las barreras de entrada a las empresas extranjeras- para obtener una ventaja injusta, merece la pena destacar hasta qué punto el país no debe su éxito económico a estas políticas.

Ha recorrido mucho camino de apertura y reforma, y no debe subestimar los desafíos

Esto no quiere decir que los propios líderes de China no deban tomar nota de sus programas de reforma inconclusos. Tras tres décadas de tasas de crecimiento del PIB de dos dígitos, era inevitable una desaceleración. Pero, aunque el Gobierno central de China acepte una cierta disminución en el crecimiento anual, debe estar alerta y comprometerse a abordar los factores estructurales que están agravando la tendencia, como el aumento del costo de las finanzas y la disminución del rendimiento del capital.

Mientras tanto, Pekín debe seguir fomentando el espíritu empresarial privado y la innovación (y ya se ha comprometido a hacerlo), al tiempo que refuerza su sistema de cuasi federalismo competitivo. Y también debe acelerar la reforma de la gobernanza, como se prometió, para garantizar que pueda seguir el ritmo de una mayor liberalización del mercado.

China ha recorrido un largo camino de reforma y apertura. Pero no debe subestimar los desafíos que se avecinan, y mucho menos olvidar cómo llegó tan lejos en primer lugar. Como dice un proverbio chino: "En un viaje de cien millas, 90 no es más que la mitad".

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