
La ingesta de alimentos ecológicos se relaciona con mejores puntuaciones en pruebas de inteligencia fluida (capacidad de resolver problemas nuevos) y de memoria funcional o de trabajo (la que permite al cerebro retener nueva información mientras se necesita a corto plazo) en niños en edad escolar. Así se desprende del estudio, publicado en la revista Environmental Pollution y elaborado por investigadores e investigadoras del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por Fundación 'la Caixa', y del Institut d'Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV-CERCA).
La explicación a esta asociación puede deberse a que "las dietas saludables, entre las que se encuentra la ecológica, son más ricas que las de fast food en nutrientes necesarios para el cerebro, como ácidos grasos, vitaminas y sustancias antioxidantes, lo que de forma conjunta puede favorecer las funciones cognitivas en la infancia", explica Jordi Júlvez, primer autor del estudio, e investigador del IISPV-CERCA con una estrecha colaboración con ISGlobal.
Las dietas saludables son más ricas en nutrientes que las de 'fast food'
El trabajo ha hallado también que la ingesta de comida rápida, el hacinamiento en el hogar y el humo de tabaco recibido en la infancia se relacionan con resultados más bajos en los test de inteligencia fluida. Además, la exposición a partículas finas en interiores se asocia con puntuaciones más bajas de memoria funcional.
Aun así, conviene tener en cuenta que "el número de personas que conviven en el hogar suele ser un indicador del nivel económico familiar, y que en contextos de pobreza el estilo de vida es menos saludable, lo que también puede afectar a las puntuaciones de las niñas y niños en test cognitivos", aclara Júlvez.
Un estudio pionero
El objetivo era analizar la influencia que todas estas exposiciones pueden tener en el desarrollo y la maduración del cerebro humano, ya que en esta etapa aún no es plenamente eficiente defendiéndose de las sustancias químicas del ambiente y se muestra especialmente sensible a su toxicidad, incluso en niveles bajos que pueden no representar un riesgo para un cerebro maduro sano.
La originalidad de la investigación es que adopta un enfoque de exposoma, es decir que tiene en cuenta un conjunto de exposiciones y no se centra en una sola. Pretende así entender mejor la complejidad de las múltiples exposiciones ambientales y su efecto simultáneo en el neurodesarrollo de los niños y niñas.
Además, al haber analizado cohortes de seis países europeos distintos (Reino Unido, Francia, España, Grecia, Lituania y Noruega), el estudio tiene como punto fuerte su diversidad, si bien se enfrenta a la dificultad de las diferencias culturales, que influencian los niveles de exposición y los resultados cognitivos.