Segunda parte de nuestra serie sobre "cómo incorporarse a una tendencia en marcha": los stop loss. No son un porcentaje que fija la pérdida máxima que puede aguantar el inversor, sino que los da el propio mercado.
Hoy en día, afortunadamente, nadie invierte en serio en bolsa sin poner un stop loss por si la operación sale mal. Ejecutar un stop es lo más difícil que hay en el mercado, porque supone cerrar una posición en pérdidas. Pero el mercado bajista de 2000-2003 y las fortísimas caídas de muchos valores durante esos años nos han enseñado a todos que es mejor vender con una pequeña pérdida que esperar "a que recupere"; porque lo normal es que no recupere y que la pequeña pérdida se haga mucho más grande. Al menos existe ese riesgo, y es mejor no correrlo.
Pero el problema viene a la hora de fijar los stop loss. ¿Dónde ponerlos? Ante esta pregunta, se están oyendo últimamente todo tipo de respuestas por parte de brokers y analistas presuntamente técnicos, que dan unas recomendaciones de lo más esotérico. La más frecuente es decirle al inversor que no se complique la vida y que se fije siempre el mismo porcentaje de pérdida: un 5%, por ejemplo; o bien un 2% si el inversor es muy conservador (no está dispuesto a perder nada con sus inversiones) y un 10% si es más agresivo y puede soportar una cierta pérdida.
Los brokers, además, han rizado el rizo y permiten no sólo fijar un stop un 5% por debajo del precio de compra, sino también mantener siempre un stop un 5% por debajo de la cotización del valor o índice en cuestión. Así, si el valor va subiendo, el stop loss se convierte en stop profit. La gran ventaja, aseguran, es que no hay que esperar a entrar en pérdidas para deshacer la posición, sino que se puede deshacer cuando todavía se encuentra en beneficios. Es lo que se llama "stop dinámico".
Los stops aleatorios no funcionan
Lamentablemente, este sistema no funciona y puede ser incluso un suicidio para el inversor. En bolsa las cosas nunca son tan sencillas, y es fácil de entender: no es lo mismo una oscilación del 5% en el Banco Popular que en Jazztel, por ejemplo, que puede moverse ese porcentaje al alza o a la baja en un día.
Además, poner un soporte en un nivel aleatorio -un 5% por debajo del nivel de compra es aleatorio, porque podría ser un 2% o un 10%- implica un riesgo muy alto: el de que el valor pierda ese nivel, el inversor se salga y después vuelva a subir con fuerza. Eso se llama 'lavado de stop' y puede suponer grandes pérdidas si ocurre sistemáticamente: es decir, si el inversor ejecuta el stop en la mayoría de las operaciones y en ninguna aguanta hasta que dé beneficios. Si se suman muchas pequeñas pérdidas, el resultado a la larga es una gran pérdida. Lo mismo que invertir sin stop.
Un stop no es la pérdida máxima que puede asumir el inversor
Para hacerlo bien hay que plantearse qué es un stop; el error más frecuente es tener un concepto erróneo. Un stop loss no es la pérdida máxima que puede asumir el inversor, sino que es un nivel cuya pérdida lanza un mensaje importante: que el riesgo de sufrir pérdidas mayores es tan grande que no merece la pena mantener la posición.
Y ese mensaje no lo lanza un nivel puesto aleatoriamente por el inversor. Lo lanza un nivel que es importante por la dinámica del precio de ese valor. Es decir, es un nivel en el que han pasado cosas antes en ese valor; y, por tanto, pueden volver a pasar.
La ecuación rentabilidad-riesgo
Por consiguiente, los stops los fija el mercado, no el inversor. Hay que cambiar la forma de aproximarse a la inversión: en vez de entrar a cualquier precio y poner un stop aleatorio para frenar las pérdidas, hay que saber primero dónde tiene el stop ese valor. Y en función de su distancia a la cotización actual del valor, el inversor debe decidir si puede o no asumir ese riesgo, y entonces tomar la decisión de entrar o no en el valor.
Dicho de otra forma: partiendo de dónde está el stop, el inversor debe elegir valores que se hayan alejado menos que la pérdida que puede tolerar: que coticen un 2%, un 5%, un 10%, etc. por encima de ese nivel (siempre que presenten potencial de ganancia, claro).
La conclusión es que las inversiones deben decidirse en función de la ecuación rentabilidad-riesgo, y esta ecuación se mide por la distancia a los objetivos (rentabilidad potencial) y la distancia al stop (riesgo potencial). Si la primera supera con creces a la segunda, es una inversión atractiva. Pero sin olvidar que tanto los objetivos como los stops los fija la dinámica del precio del valor -o del mercado en su conjunto-, no el inversor porque quiere ganar un 15% y perder como mucho un 5%
Si el inversor no cuenta con los conocimientos suficientes para determinar dónde está un stop, debe acudir a quienes sí los tienen y le pueden proporcionar esta información de forma honesta. Es lo que hace a diario Bolságora con las propuestas de estrategias sobre valores e índices que ofrece a sus suscriptores.