
Ha transcurrido más de un año y medio desde que la pandemia nos colocara frente a la ventana y nos invitara a realizar una reflexión, profunda y pausada, sobre lo que ocurre al otro lado. Desde en ese metafórico cara a cara con la realidad, mucho se ha hablado de la puesta en valor de los sanitarios, pero también, y de forma igualmente especial, de los trabajadores y empresas de la industria agroalimentaria. Y es que, cuando se impuso el confinamiento domiciliario en los momentos más críticos, este sector se erigió en todo un ejemplo, no sólo sabiendo adaptarse a las condiciones exigibles para mantener la seguridad de su personal, sino garantizando el abastecimiento a la población con el mismo nivel de calidad y seguridad alimentaria. Así, aunque su valor añadido cayó en 2020 -un 2,5% según un informe elaborado por Cajamar en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas-, su comportamiento fue mucho mejor que el de la economía nacional en su conjunto, cuyo PIB cayó un 10,8%.
Lo mismo ocurrió en Castilla y León, donde el inequívoco compromiso de la industria agroalimentaria con la sociedad no sólo ha sido aplaudido por ésta, sino que, además, se vio reflejado en unas cuentas de cierre de año más que aceptables teniendo en cuenta la coyuntura.
Y como muestra, algunos de los datos de la encuesta anual que la Asociación de la Industria Alimentaria de Castilla y León, Vitartis, realiza entre sus socios y que el propio colectivo publicaba en marzo de este año. Dicha encuesta constata que, aunque casi la mitad de los miembros de Vitartis culminó 2020 con un descenso en su facturación, un 18% consiguió mantenerla en niveles similares a los de 2019 e incluso un 32% logró aumentar esa cifra, mientras que un 87% del conjunto de las empresas adheridas a la entidad mantuvo o amplió su número de empleados en el complejo año de la llegada del Covid-19. Eso sí, detrás de estas cifras también hay "costes añadidos" que las empresas tuvieron que asumir "sin que nadie explicara cómo", afirma el presidente del Clúster, Pedro Ruiz Aragoneses, para subrayar la "capacidad de adaptación y superación demostradas" por su tejido empresarial.
Si positivos resultan esos datos, no menos lo son los que encontramos en el capítulo relativo a las exportaciones. Y es que, la definida por el consejero de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural del Ejecutivo autonómico, Jesús Julio Carnero, como "la mayor despensa de Europa en productos de calidad", consiguió mantener su prestigio y su fortaleza en los mercados internacionales pese a las difíciles circunstancias que los envolvieron el año pasado.
Tanto es así que, frente a un descenso de las ventas globales de Castilla y León al exterior que ha afectado a los últimos cuatro ejercicios, la industria agroalimentaria ha conseguido conservar tasas de crecimiento en positivo, encadenando con ello, y pese al efecto Covid, cuatro años consecutivos de incrementos. En concreto, según las estadísticas del Icex, éstas crecieron el 7,7% en 2017; el 8,4% en 2018 y 2019, y del 5% entre enero y noviembre del pasado año.
Ese prestigio de la agroalimentación con sello castellano y leonés fuera de nuestras fronteras responde al buen hacer de sus compañías exportadoras, que el año pasado se elevaron a 1.800, según el Icex, lo que supone un incremento de casi el 3% con respecto a las que en 2019 sacaban sus productos al exterior. Así, estas industrias agroalimentarias -un 50% de ellas exportadoras regulares-, generaron en su conjunto un volumen de ventas de 2.400 millones de euros, cifra que supone el 19,2% del volumen total de exportaciones de la Comunidad -pese a que estas industrias sólo representan el 1,9% del total de empresas de la región-.
"Desde 2008 el sector sigue creciendo paulatinamente año tras año" en este capítulo, valora Ruiz Aragoneses, pero "tenemos que mejorar", matiza, porque esas exportaciones están especialmente concentradas en algunas empresas y el sector debe ser capaz de crecer en número de exportadoras y en volumen de ventas.
En todo caso, son datos que dejan patente la fuerza tractora que la agroalimentación ejerció en un año muy complicado para la economía castellana y leonesa, y especialmente sensible para las exportaciones, y el peso de este sector no solo en la actividad económica regional sino también en la industria agroalimentaria española, y dejan claro por qué se le ha otorgado el carácter de prioritario y estratégico.
Según datos de la Junta de Castilla y León, el sector agroalimentario quedó integrado, al finalizar 2020, por 3.060 empresas que, aún suponiendo el 1,9% de las 160.199 totales contabilizadas en la Comunidad, representan el 10% de las empresas del sector de España. Estas 3.060 compañías, -que son el 26,6% del total de industrias manufactureras de Castilla y León-, sitúan a la Comunidad en la tercera posición del ranking autonómico por número de empresas agroalimentarias, en segundo lugar en número de emprendedores agroalimentarios y en líder en productividad, con 62.000 euros por ocupado -frente a los 56.000 de la media nacional-.
En lo que al empleo se refiere, el sector agroalimentario suma más de 38.400 empleos en Castilla y León, que son el 29,8% del total del área industrial -según datos correspondientes a 2018 recogidos por la Junta-, un peso considerablemente mayor que en el conjunto de España, donde el empleo agroalimentario representa el 19% sobre el total industrial. Su facturación, por otro lado, ronda los 10.100 millones de euros y el sector aporta un 5% al PIB, mientras que los datos más actualizados disponibles estiman su VAB en 6.711 millones, lo que supone el 12,4% del regional y el 6,6% del agroalimentario del país.
Papel cohesionador
El sector agroalimentario se enfrenta a varios retos, entre ellos los de saber adaptarse a las tendencias globales de sostenibilidad; También avanzar en la digitalización y automatización de procesos para incrementar la competitividad, y mejorar las competencias y conocimientos del personal directivo en lo concerniente a nuevas tecnologías y a gestión empresarial estratégica. Otro de los más importantes desafíos a los que se enfrenta el sector es el de contar con personal cualificado y capaz en los oficios tradicionales, especialmente en el medio rural, para garantizar el relevo generacional. Y es que, cabe no pasar por alto en este punto, que la importancia de la agroalimentación para Castila y León no se ciñe exclusivamente a las estadísticas económicas, sino que es más trascedente incluso en el ámbito social, ya que juega un relevante papel cohesionador en el ámbito rural de la región y presenta una fuerte vinculación con otro de los sectores clave para la Comunidad, el primario.
Entre sus potencialidades se encuentra la gran presencia de empresas familiares, muchas en el medio rural y que cuentan con una larga trayectoria intergeneracional; diversidad en el tejido empresarial, compuesto en su mayoría por microempresas, pero con presencia de empresas tractoras, altamente exportadoras, aunque con diferencias importantes dependiendo del tipo de actividad y del tamaño de la empresa, alto nivel de conocimiento en la industria agroalimentaria y en su vinculación con el sector agrario y ganadero -se cuenta con centros tecnológicos especializados en el sector agroalimentario, y con una variada oferta educativa (a nivel de FP y también universitaria)-.
Además, la industria enológica destaca con nueve denominaciones de origen: Ribera del Duero, Cigales, Rueda, Toro, Bierzo, Arlanza, Arribes, Tierras de León y Tierra del Vino de Zamora. Destacan también subsectores como la industria cárnica y los transformados y relacionados con los cereales, especialmente productos de molinería y sus derivados, productos lácteos y sus derivados, especialmente el sector quesero.
Precisamente, ese papel cohesionador convierte ahora a la agroalimentación en una de las actividades diana de los nuevos fondos europeos Next Generation EU teniendo en cuenta que ponen el foco, de un modo especial, en la cohesión y que también ésta es uno de los principales objetivos del plan de modernización que está llevando a cabo la Junta de Castilla y León. Ahora bien, "estamos lejos de tener un plan efectivo y eficiente", afirma el presidente de Vitartis en relación a esos fondos extraordinarios y a una gestión que permanece en stand by a pesar de que fueron concebidos para el trienio 2020-2022. Según Pedro Ruiz Aragoneses, "llevamos tiempo hablando de ellos", los socios de Vitartis han "trabajado y puesto recursos y personas" para colaborar en el diseño de planes porque ésta es "una gran oportunidad", pero, "a día de hoy falta información y sistemática sobre cómo se van a gestionar", lamenta.
"Ni siquiera son capaces de decirnos cómo van a llegar, -se habla de concurrencia competitiva, pero sin concretar-", asegura Ruiz Aragoneses sin fijar las miras en una administración concreta, pero sí echando de menos que se les llame "para gestionar". "La colaboración público-privada es más necesaria que nunca" para que esos fondos de la Unión "lleguen para multiplicar, para generar más de lo que tenemos, y, en definitiva, mejoren nuestro desarrollo e incidan en los ciudadanos, que es lo fundamental", afirma. Y en este sentido, añade abriendo una ventana al optimismo, "lo que es más importante es que hay inquietud, hay muchas ganas de hacer, hay muchos proyectos y mucha ilusión en el sector".
Por lo pronto, el Ejecutivo regional ha remitido al Gobierno de Pedro Sánchez 194 proyectos por valor de 1.500 millones de euros para que el sector agroalimentario de Castilla y León pueda acceder a esas partidas NextGenerationEU.