Motor

Opel Speedster: el incomprendido deportivo que celebra su 25 aniversario

En una época donde el confort y la electrónica disparan el peso de los coches (incluidos los modelos más deportivos), el Opel Speedster es un recuerdo que podr´çiamso catalogar como "lo que significa conducir de verdad".

Producido entre 2001 y 2005, este biplaza nacido de una colaboración entre Opel y Lotus, encarna como pocos esa experiencia pura, cruda y visceral que solo algunos coches pueden ofrecer como atesoran aquellos que lo probaron o incluso aquellos propietarios que nos encontramos en muchos encuentros de coches.

Creación y su relación con Lotus

Presentado inicialmente en el Salón de Ginebra de 1999, el Speedster se fabricó en Hethel, Inglaterra, en la misma planta que dio vida al icónico Lotus Elise y que a tantos nos hizo enamorarnos de esta marca además de por su legado en competiciones como la Fórmula 1.

De hecho, es más, estaba hermanado con el Elise al compartir con este gran parte de su chasis de aluminio, aunque Opel siempre defendió que eran muchos más los elementos que los diferenciaban que los que hacían que se asemejasen.

Visualmente afilado y con formas esculpidas para cortar el viento, el Speedster fue vendido también en el Reino Unido bajo el nombre de Vauxhall VX220. Bajo su pequeña carrocería targa se escondía una configuración de motor central trasero y tracción trasera que lo colocaba en un territorio desconocido para la marca de los Países Bajos.

Durante su etapa en el mercado, tuvo dos motorizaciones disponibles: un 2.2 atmosférico de 147 CV y un 2.0 turbo de 200 CV, pero si tenemos en cuenta que el coche pesaba apenas 870 kg, las cifras nos cuadran más a la hora de analizar su rendimiento: de 0 a 100 km/h en 5,9 segundos en el caso del motor atmosférico.

Conducción e interior

Pero el Speedster no va solo es cuestión de cifras, sería injusto tratarlo de esa manera, ya que es al igual que muchos otros coches, una máquina de sensaciones. Conducirlo es según quienes lo conocen una experiencia tan deseada como efímera, para acceder a su interior se requiere cierta agilidad, y, una vez dentro, el ambiente es decididamente sobrio, con lo justo y necesario para conducir.

Nada de lujos ni comodidades: sin aire acondicionado, con ventanillas de manivela y un salpicadero con lo justo no hace falta nada más, únicamente ganas de divertirse y disfrutar. Una serie de ausencias que al girar la llave y escuchar rugir su motor se olvidan sin mayor pesar.

En carretera, el Speedster es como un kart, su chasis rígido y las suspensiones de triángulos superpuestos le otorgan una agilidad sobresaliente, con una dirección precisa y directa que invita a exprimir cada curva. En seco es una delicia pero no perdona errores: la trasera puede ser juguetona si se abusa del acelerador, y el equipo de frenos acusa el paso del tiempo en condiciones exigentes.

Producción limitada

De este modelo se produjeron únicamente 7.207 unidades en total: 5.052 bajo la denominación Opel y 2.155 como Vauxhall. De ellas, apenas 1.941 correspondieron a la variante Turbo, lo que le confiere cierto halo de exclusividad, incluso existieron ediciones especiales como el VXR220 o el "unicornio" Scorpion.

¿Es práctico? En absoluto. ¿Cómodo? Tampoco. ¿Adictivo? Sin duda. Con su comportamiento dinámico, sonido embriagador y planteamiento sin concesiones, el Opel Speedster representa una de esas sensaciones sin explicación que solo se entienden cuando te pones al volante.

Y es que pocos coches generan unas sensaciones así, y por mucho que no lograse unas ventas o reconocimiento que merecía por entonces, el Speedster no solo fue un experimento atrevido de Opel, sino una carta de amor a los verdaderos petrolheads.

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