El único componente de nuestro vehículo que nos une con el asfalto es el neumático y por ello es tan importante que esté en buen estado. De nada sirve tener un coche potente o con tracción a las cuatro ruedas si luego estas ruedas no pueden traccionar o permitir frenar al vehículo. Por ello, mantenerlos en buen estado es fundamental y hay que estar pendientes de cuando hay que cambiarlos.
Hay que tener en cuenta que un neumático desgastado por debajo del límite legal, e incluso antes de llegar a ese límite, deja de cumplir su función y pone en peligro nuestra seguridad y la de los demás. Entonces, el agarre disminuye y aumenta la distancia de frenado, multiplicando el riesgo de sufrir patinazos o el temido aquaplaning. Pero no solo esto, además de ser un peligro para la seguridad vial, circular con neumáticos en mal estado se traduce en un gasto extra de combustible y más emisiones de CO2.
El desgaste de los neumáticos varía mucho en función de diversos factores: su diseño, los hábitos del conductor, el clima, las condiciones de la carretera y los cuidados que se dispensan al neumático. Por eso, es importante que revisemos su estado periódicamente para comprobar cómo se encuentran y reemplazarlos por otros nuevos si es el caso. Mirar la presión de los neumáticos y su estado general es muy importante.

Banda de rodadura
El funcionamiento óptimo de los neumáticos está íntimamente relacionado con la profundidad de su banda de rodadura y con el estado de su dibujo. la función principal de los diferentes surcos es desviar el agua de debajo del neumático para mejorar con ello la tracción y evitar el peligroso aquaplaning.
En un neumático nuevo, la banda de rodadura tiene una profundidad de entre 7 y 9,5 mm. Este valor garantiza el mejor rendimiento en las diferentes condiciones. La profundidad mínima legal de esta banda para todos los neumáticos de los turismos en Europa es de 1,6 mm. Si los surcos tienen menos profundidad, significa que el neumático debe de reemplazarse inmediatamente. Este es el valor límite, a partir del cual nos podrán multar con 200 euros por neumático defectuoso y hasta inmovilizar el vehículo. No obstante, es recomendable no apurar tanto y sustituirlos cuando la profundidad sea inferior a 3 milímetros.
Para medir la profundidad de este surco existe un aparato que se llama profundímetro. Es una herramienta pequeña, a la venta en talleres o centros de automóviles por un módico precio, que nos permite medir con precisión la profundidad exacta de las ranuras. Pero hay una opción casera muy útil, una moneda de euro. Introduciendo una moneda de 1 euro en el fondo de las ranuras. Si las estrellas grabadas en el borde de la moneda son visibles, ha llegado el momento de cambiar los neumáticos.
En cualquier caso es muy importante recordar que circular con neumáticos muy desgastados, sin dibujo y sin la correspondiente profundidad de la banda de rodadura supone que nuestro vehículo frenará mal y sin control ante una situación de emergencia.
Baches y bordillos
Pero no solo es cuestión de la banda de rodadura. Cuando se produce un pinchazo o un daño grave por un choque o alguna circunstancia parecida, hay que hacer una completa revisión de las ruedas. Otros daños que pueden afectar gravemente a nuestros neumáticos son los golpes contra baches, bordillos u otros elementos que podemos encontrar por la carretera.
Si presentan alguna deformación evidente, como abultamientos, rozaduras, grietas o pliegues en las gomas será necesario cambiarlos, ya que su integridad estructural se habrá visto afectada, lo que aumenta en gran medida la probabilidad de un reventón.
También hay que estar muy pendientes de los desgastes asimétricos del neumático. Estos pueden ser desgastes en el centro o en uno de los laterales de una rueda y son síntomas evidentes y fáciles de detectar que demuestran un problema mecánico, un fallo de equilibrado, paralelismo, o más graves, de la transmisión o la suspensión.
Revisar la presión
Hoy en día, los coches nuevos tienen obligación de llevar un detector de presión de los neumáticos instalado. Pero hay muchos coches que no lo llevan todavía, y, sobre todo, no siempre la medición es correcta. Por ello, aunque lo tengamos equipado nuestro coche, no está de más hacer una revisión periódica de la presión de nuestros neumáticos, por seguridad, pero también por ahorro de combustible y por alargar la vida de las ruedas.
El coche muchas veces envía señales de fallos en los neumáticos. La principal de todas es la vibración del volante, que en la mayor parte de ocasiones es una cuestión de las ruedas. El mal alineado de los neumáticos provocará que estos no se apoyen correctamente sobre el suelo y se crea esa vibración, que supondrá un desgaste prematuro de la banda de rodadura. También puede ser un fallo en el paralelo que se podrá resolver fácilmente con una visita al taller.
Es importante tener en cuenta que la seguridad de nuestros desplazamientos en coche depende directamente del estado de los neumáticos, de su presión, de su estado en general, pero también del tipo de neumático. No es lo mismo llevar un neumático de carretera para ir por el campo que hacerlo siempre con el neumático ideal para cada uso.
Y cuando llega el invierno, y con él las bajas temperaturas y las inclemencias por lluvia, nieve o hielo, nuevamente es el momento de hacerse la pregunta de si merece la pena comprar un neumático de invierno, o al menos un "All Season" para todo uso. Pero esa es otra cuestión importante que abordaremos más adelante.