
Este martes conocí a uno de esos inversores que ejerce de bilbaíno y que entre unos zuritos presumía de pastor del Gorbea de los mercados. Me lo dejó claro a las primeras de cambio: "Te equivocas con lo de que Iberdrola está cara", me refutó. "¿Pues?", le respondí, arguyendo que el PER de las eléctricas dobla al de la banca. "Porque si la vendes, ¿qué compras ahora?, ¿cambias fortaleza por debilidad?". No pude rebatirlo, la misma contestación que me dio Ignacio Cuenca, el director de relaciones con inversores de Iberdrola, que corrobora que lo bueno hay que comprarlo caro.
Mi nuevo consejero bursátil, que primero es del Atlethic y luego inversor, me recordaba que para tener un gran triunfo primero hay que sufrir una gran derrota. Me recordaba cómo con Lehman, entre 2007 y 2009, sus iberdrolas cayeron de 11,5 a 4,5 euros, y con la crisis de deuda europea llegaron a perder los 3 euros en 2012. Quien compraba iberdrolas antes de Lehman, cuando nació elEconomista en 2006, lo hacía pagando multiplicadores parecidos a los actuales (15 veces beneficio entonces, frente a las 16 actuales), pero sin la visibilidad de una compañía que Ignacio Sánchez Galán se estaba reinventando, estaba sacando del círculo vicioso de las fusiones nacionales, agigantándola internacionalmente, mientras la cambiaba de azul a verde al meterla en el liderazgo mundial de las energías renovables. Quien compre hoy, aun en estos precios, Iberdrola sabe que adquiere un 4,5% de retribución anual, superior a la que se esperaba en 2006. Remuneración susceptible, con bastante seguridad, de ir incrementándose en los próximos años, a razón de 25 puntos básicos al año de rentabilidad. A la par que el beneficio crece entre 200 millones y 250 millones al año, con los mejores márgenes del sector.
"Las alegrías que está dando Iberdrola ahora son como las de tu Valencia, que tiene su segunda delantera eléctrica", me dijo el rojiblanco, argumentando que ya hubiese querido para los de San Mamés algo parecido. La primera parte de la frase la entendí al instante. Cuando el Valencia levantó la Copa del Rey en el Villamarín fue la satisfacción de un equipo que se supo desahuciado y al que salvó el temor de Bankia de no cargar con la quiebra de la primera institución social de la Comunidad Valenciana.
La segunda parte de la frase del pastor del Gorbea del mercado es la que tardé un poco más en hilar. El vasco sabe mucho también de fútbol. Los valencianistas sabemos de aquella delantera eléctrica que ganó ligas y copas en los cuarenta con Epi, Gorostiza, Amadeo, Asensi y Mundo. Pero de lo que no somos tan conscientes es que nos ha pasado como a Iberdrola, nos renace otra delantera eléctrica. Los chispazos a máxima velocidad de Gayà y Gameiro por la banda izquierda y de Soler y Rodrigo por la derecha ante el Barça de Messi ya son parte de la mitomanía de unos murciélagos, cuyo sonar todavía funciona.