
A comienzos de 2017 la deuda de Portugal todavía no lograba el grado de inversión para las grandes agencias de calificación y la rentabilidad de su bono a 10 años quedaba anclada por encima del 4%. Sin embargo, desde ese año la percepción de los inversores y las agencias sobre el país ha cambiado sustancialmente. Su bono ya no es basura para ninguna de las grandes agencias de rating desde hace tiempo y las compras se han sucedido llevando el rendimiento del papel a la zona del 1,34%, en zona de mínimo histórico. El fuerte rally vivido en 2018 hizo pensar que su interés podría haber tocado suelo, pero en 2019 la rentabilidad del bono se ha comprimido en cerca de 40 puntos básicos -solo la de Grecia cae más- y ha generado ganancias por precio que se acercan al 4%.
El diferencial de la deuda lusa con la española apenas es de 16 puntos básicos y la prima de riesgo frente a Alemania se sitúa en uno de los niveles más bajos de la última década, en los 127 puntos. Con este telón de fondo, S&P revisará el rating del país el 15 de marzo y los analistas ya esperan una revisión al alza. "Los mercados ya han puesto en precio una nota más alta durante algún tiempo (...) Pensamos que la agencia elevará un escalón su calificación, hasta BBB dejándola en línea con Fitch y DBRS y un peldaño por encima de la de Moody's", señalan en Oxford Economics.
El cambio en el país
Con el nombramiento del socialista Antonio Costa como primer ministro del país muchos temieron que la economía portuguesa no despegase, tras varios años de un crecimiento muy bajo o incluso contracción en el PIB. Sin embargo, estas amenazas no se han cumplido y en los dos últimos ejercicios el país ha crecido a ritmos por encima de la Eurozona, y este mismo año se espera que pueda volver a hacer lo mismo: el consenso prevé un aumento del PIB del 1,6%, frente al 1,3% que estima para la región.
"Los motivos que están permitiendo a la economía portuguesa crecer de manera sólida son tanto internos como externos. Es innegable que los vientos externos favorables han ayudado mucho, sobre todo por el impacto en el sector del turismo, pero lo más destacable ha sido el mayor dinamismo de la actividad doméstica, que ha entrado en un potente circulo virtuoso", apunta João Pisco, del departamento de Análisis de Bankinter.
Por su parte, en Oxford Economics resaltan: "La economía del país ha experimentado una reducción sustancial de los desequilibrios macroeconómicos. Ha pasado de un déficit contable del 10% durante la primera década de este milenio a un pequeño superávit en los últimos años. Además, la posición fiscal ha mejorado sustancialmente y se espera que el déficit fiscal haya caído al 0,6% en 2018, un nuevo mínimo histórico".
El país ha pasado de una deuda sobre PIB del 130,6% en 2014 al 121,2% en el que el Gobierno espera que cerrase 2018. Para 2019 el ejecutivo prevé que esta ratio se quedé en el 118,5%. "Hay un largo camino por recorrer en términos de desapalancamiento, pero la inercia es claramente positiva. Y esta inercia es lo que creo que los inversores están valorando positivamente al invertir en el bono, además de la ausencia de ruido político", señala Pisco.
Ganancias en la Eurozona
Pese a que al inicio del año todas las señales apuntaban a un 2019 complicado para la renta fija, la deuda soberana sigue dando alegrías a los inversores. Más allá del papel luso, el francés, holandés y español genera ganancias de más del 2%. Por su parte, el italiano y el alemán suben por precio el 1,6 y el 1,8%, respectivamente.