
Toda medicina es un veneno mientras no se aplique la dosis justa. Supongo que es la reflexión que nos hacemos muchos cuando pensamos que Draghi, a quien en 2012 correspondió salvar al euro en una intervención cinematográfica de relumbrón de actor de blanco y negro, cerrará su filmografía sin poder subir tipos de interés, al asumir que Europa se ha instalado en una japonización de bajo crecimiento, baja inflación... y permanente necesidad de estímulos.
La medicina que se le aplicará al paciente por parte del BCE es regar de nuevo a la banca de liquidez, para que llegue a la economía productiva. El chute, la verdad, parecía necesario después de ver la cara macilenta que se le estaba poniendo a la economía alemana. La francesa ya estaba amarilla por los chalecos. La italiana, colorada de vergüenza en los mercados por su contumaz persistencia a saltarse la disciplina fiscal. ¿Y España? En elecciones, a las que el mercado ya ha puesto algo de cuarentena metiéndole al Ibex algunos puntos de penalización frente al EuroStoxx. La ventaja es que de lo que teníamos, a tenor de encuestas como las que maneja Narciso Michavila, GAD3, puede salir un PSOE no secuestrado. Y el mercado no vería para nada mal que se acabara entendiendo, al menos, por la vía económica con Ciudadanos. Algo que Rivera negará hasta que se llegue a la ingobernabilidad, al borde de nuevas elecciones.
El jarro de agua fría sobre la economía ha caído esta semana en un mercado que abusaba de complacencia. Pero los síntomas de desaceleración eran patentes desde hace meses. La duda es si la bolsa que había recogido gran parte del enfriamiento ya en 2018 puede repetir el excelente comportamiento que tuvo después de junio de 2012. El Ibex, por ejemplo, que había corregido dos tercios desde los máximos históricos de 2008, desde la intervención bogartiana de Draghi a mediados del 2012 dobló en puntos, hasta que alcanzó los máximos de 2015.
Solo el tiempo dirá cuál es el punto de inflexión exacto en el que el mercado deje de pensar en la desaceleración y le dé más peso a los estímulos a la economía. Lo que ha hecho el BCE es decirnos que 2019 será un año mucho peor de lo esperado, pero que 2020 y 2021 serán mejores.
El termómetro de la banca está tan frío que desaconseja tener títulos en cartera. Pero, reconozcámoslo: si nos dicen hace tres años que la banca en el entorno actual de tipos inexistentes y una sobrerregulación bancaria iba a generar rentabilidad, no lo hubiésemos creído. En el peor de los escenarios, los bancos ganan dinero. Incluso si nos vamos a una japonización de la economía, los potenciales recortes y las operaciones corporativas permitirán mantener los ratios actuales. Pero, como dice un amigo mío vallisoletano, la suma de dos cojos no hace un velocista.