
En enero del año pasado escribía en este mismo espacio que el inversor en Dia se había instalado en la plaza de Lubianka. Allí se encuentra el que dicen es el edificio más alto de Moscú, en el que estaba la KGB, porque desde sus sótanos había vistas hasta Siberia. La pertinaz apuesta bajista por la compañía, en la que reiteradamente uno de cada cuatro euros estaban invertidos a la baja, acompañada de la entrada del magnate ruso Fridman, hacían de la cadena de supermercados un terreno impracticable para el inversor convencional.
Pero es precisamente en ese lodazal especulativo en el que muchos inversores de corto plazo quieren planchar las arrugas que deja el mercado. En su valentía está su condena: y por eso ya están en Siberia. La pregunta que queda hacerse es si de allí se puede volver o sobrevivir.
Lo único que ha quedado resuelto durante el último año es que Letterone, la sociedad de Fridman, se ha dado sus tiempos ajena a los distintos equipos que han estado en la compañía. Y el capital es el capital, y los indios, por muy consejeros delegados que sean, son indios. Ahora ya está claro que Currás hizo de su capa un sayo y que no tenía ninguna connivencia con Fridman, aunque en algún momento se le acusase de comprar acciones antes que el accionista principal.
Lo de Currás y sus allegados se explica solo con el queso de gruyere en que han convertido Dia. Denunciados ahora por la compañía, vuelven a escena cuando pensaban que habían evitado el sufrimiento de la batalla para morir en la última escena, eso sí, colmados de pasta tras agujerear la compañía.
En la nueva etapa de De la Cierva se ha negociado con la banca la refinanciación de la compañía, pero ahora se enfrenta al dilema de tener que decir si la oferta que ha puesto sobre la mesa Fridmam, de 0,67 euros por acción, es muy baja. Si el consejo la recomienda, los indios se dan vida para cuando coja los mandos el gran jefe ruso. De no hacerlo, se inmolan, pero defienden los teóricos números que creen que van a conseguir.
En base al multiplicador EV/ebitda al que cotiza el sector de la distribución en Europa, la oferta que ha realizado Frid-man por la compañía es claramente insuficiente. Si Dia se recuperase y llegara a cotizar a multiplicadores similares a los de sus homólogos europeos -Carrefour, Tesco, Royald Ahold Delhaize o Casino-, algo por otra parte impensable después de perder toda credibilidad en mercado, Dia debería valer 1,65 euros. Un euro más de lo que ofrece Fridman salvaría la humillación de perder casi todo, pero solo hay que esperar unos céntimos más. Rancho carcelario, y en el mejor de los casos, que no haya opa de exclusión.