
Siempre estuvo en una región convulsa, a mitad de dos mundos que se miraban con recelo y cerraban fronteras, pero casi dos decadas después de la caída del Muro sigue fuerte en Europa del Este y su relación con Rusia es vital (y a los analistas les gusta).
Como si de una novela de Graham Greene se tratase, ambientada en la Viena de los años cincuenta en plena Guerra Fría, Austria vuelve a desempeñar un papel clave como frontera entre dos mundos. "Europa no debería ser aleccionada por Estados Unidos sobre política energética", advirtió sólo hace unos días Rainer Seele, presidente de OMV –el mayor productor y distribuidor de gas y petróleo de Europa Central– en respuesta al dardo lanzado por el embajador estadounidense en Alemania, Richard Grenell, con el que amenazó con sancionar a las empresas que participasen en la construcción del gasoducto Nord Stream 2 entre la vieja potencia soviética y los países que bordean el antiguo telón de acero.
OMV, el valor destacado de esta semana del Eco30 –el índice de bolsa mundial elaborado por elEconomista y calculado por Stoxx–, está en un gran momento de forma. Por un lado, cuenta con el aprecio del mercado: recibe su mayor nivel de recomendaciones de compra y su menor nivel de consejos de vender del consenso del mercado en los últimos cinco años y casi de su historia bursátil. Un 67 por ciento de los 21 expertos que la siguen aconseja adquirir sus títulos, los cuales ya se revalorizan por encima del 11 por ciento en lo poco que llevamos de año y todavía tienen un potencial alcista superior al 30 por ciento. De seguir así, la acción podría elevarse hasta el entorno de los 56 euros en los próximos doce meses.
"Un precio inferior a los 70 dólares por barril, y un margen de refino más bajo, pesarán en los resultados del cuarto trimestre de 2018 en comparación con el trimestre anterior", opina el analista Salih Yilmaz, de Bloomberg Intelligence, quien puntualiza que "las contribuciones de Rusia, Oriente Medio y Australasia acrecentarán los niveles de producción".
Y es que además de la omnipresencia de la firma austriaca en Rumanía, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Turquía en el apartado de la distribución, cada vez pesa más la producción que extrae del Mar de Barents, en Noruega, de Nueva Zelanda, país en el que se ha quedado con los activos de Shell, y de Abu Dhabi, a donde ya inculca su expertise a los jeques ávidos de apurar las reservas de gas y diversificar su economía. Allí, la compañía obtuvo en diciembre una participación del 5 por ciento en una concesión en la que trabajará en conjunto con Eni y Wintershall. Sin embargo, ya es el segundo contrato que firmó en el país en 2018 y su relación con el emirato es mucho más estrecha, dado que el fondo Mubadala Investment es uno de sus propietarios –y dueño de Cepsa–.
OMV, la primera firma occidental que selló un contrato de suministro de gas con Rusia allá por 1968, pone ahora sus ojos en el Caspio y en África. La compañía aumentará su beneficio bruto (ebitda) un 54 por ciento entre 2017 y 2021, hasta superar los 6.000 millones de euros, pero deberá prestar atención a los movimientos que se sucedan en Argelia, Libia y Nigeria, tres grandes productores de oro negro y gas que vivirán procesos electorales a lo largo de 2019.