
Cuando Ignacio Sánchez Galán fue nombrado consejero delegado de Iberdrola en 2001, el negocio de la compañía era casi puramente doméstico. Han pasado 17 años, y a día de hoy la empresa genera en torno al 60 por ciento de su ebitda (resultado bruto de explotación) fuera de España.
La internacionalización fue una de las dos grandes apuestas del nuevo presidente; la otra fueron las renovables, que hoy son un auténtico sello distintivo del grupo, hasta el punto de que por ellas se sustituyó el azul -color corporativo de la casa hasta entonces- por el verde. Aquello se convirtió en una batalla personal, y Galán ha reconocido en varias ocasiones que ese cambio cromático en el logo y en la imagen de Iberdrola fue una de las cosas más difíciles de lograr.
Los títulos del grupo cotizan en zona de máximos de agosto de 2017, a 7 euros, impulsados por la incertidumbre en los mercados, que favorece a los valores defensivos. Este mismo jueves Bank of America Merrill Lynch publicaba un informe en el que mejoraba el consejo para el valor a comprar y en el que ponía el énfasis precisamente en el carácter defensivo de la compañía. Pero también destacaban su diversificación y su crecimiento esperado ("de un dígito medio o alto"), cuestiones que merecen "una prima de valoración en las actuales condiciones de mercado", explicaban los analistas del banco.
Más allá de este informe, la eléctrica recibe la mejor recomendación entre las grandes del sector en Europa, un comprar que data del pasado abril. De la mano de este buen consejo ha regresado al Top 10 por Fundamentales, la herramienta de elEconomista que recoge los valores con mejores recomendaciones del mercado español. Iberdrola también forma parte de otra estrategia de este periódico, el Eco10, índice de ideas de inversión de calidad elaborado en base a las carteras de medio centenar de entidades.
Un 26% del 'ebitda' ya es renovable
En los nueve primeros meses de 2018, el 26 por ciento del ebitda de la multinacional procedió de renovables. La pata de redes (es decir, la distribución de electricidad) sigue siendo la que más pesa, un 54 por ciento, y la de generación y clientes (que incluye las nucleares y los ciclos combinados, entre otros negocios) supone un 20 por ciento. Estos porcentajes ya se aproximan bastante a los que se fijó la compañía para 2022, cuando espera que las renovables aporten un 27 por ciento y las redes un 50 por ciento al resultado bruto.
En lo relativo a la internacionalización, los datos también hablan por sí solos: EEUU, donde opera a través de su filial Avangrid, aportó un 21 por ciento del ebitda hasta septiembre; el Reino Unido, un 17 por ciento; Brasil, un 13 por ciento; y México, un 6,6 por ciento. España, con el 40 por ciento, sigue siendo el primer mercado. La exposición al exterior seguirá creciendo: en 2022, Iberdrola espera generar un 29 por ciento de su ebitda en dólares, un 16 por ciento en reales y un 20 por ciento en libras; el 35 por ciento restante, en euros.
Su diversificación geográfica es precisamente uno de los motivos que ha llevado a Alfonso de Gregorio y a Lola Jaquotot, gestores de Trea Asset Management, a meter a la eléctrica en cartera, junto a factores como "su crecimiento operativo, superior al estimado para Endesa y Naturgy, su solidez financiera, su buen equipo gestor y las positivas perspectivas de resultados para finales de año gracias a una mayor pluviosidad", explican.
Crecer en negocios regulados
Los principales objetivos de crecimiento de Iberdrola son en redes, tanto en Estados Unidos como Brasil; y en renovables, en EEUU y el Reino Unido. Dentro de la pata de renovables, el offshore (los parques eólicos en alta mar, donde la fuerza del viento es mucho más intensa) será una palanca fundamental. Este crecimiento mar adentro, en el que la compañía empezó a trabajar en 2008, lo llevará a cabo fundamentalmente en EEUU y en Reino Unido, aunque su proyecto estrella, el parque eólico marino de Wikinger, que funciona desde hace un año, está en Alemania.
El grupo quiere crecer en el negocio regulado, que ofrece "retornos estables y predecibles", señalan desde la compañía, en lugar de en el liberalizado. La mayor parte de su negocio ya es regulado; lo están las actividades de redes, la mayoría de renovables y la de generación contratada de México.
Precisamente uno de los riesgos que afronta el sector es la definición del marco que establecerá en España la nueva retribución a su actividad, que entrará en vigor en 2020. Pero no se esperan rejonazos importantes; según Ángel Pérez, de Renta 4, "la propia ley protege la retribución, al no permitir que baje más de 50 puntos básicos anuales". Esa rentabilidad se calcula en base a la cotización del bono soberano, a la que se añade un spread. "El anterior plan data de 2014, cuando el bono ofrecía un rendimiento muy superior, pero para compensar esa caída se prevé que el spread sea mayor", explica.
Rentabilidades crecientes
Iberdrola, que vale en bolsa unos 44.834 millones de euros, es la segunda mayor eléctrica europea por capitalización, por detrás de Enel y por delante de Éléctricité de France (EDF). Al contrario que estas dos comparables, en las que buena parte del capital está en manos del Estado, la española es una empresa puramente privada (ver gráfico).
La compañía obtiene, por otro lado, márgenes más elevados que sus rivales. Según las estimaciones del consenso que recoge FactSet, este año convertirá en ebit (beneficio antes de intereses e impuestos) 14,9 euros de cada cien que ingrese, más que Enel (que alcanzará un margen del 13,4 por ciento), que EDF (9 por ciento) y que las españolas Naturgy y Endesa (con el 10,9 y el 9,8 por ciento, respectivamente). Entre sus grandes comparables internacionales, sólo la supera en márgenes Nextera, estadounidense de negocio puramente renovable, que alcanzará el 29,1 por ciento este ejercicio.
El margen de Iberdrola seguirá creciendo, según las estimaciones, hasta alcanzar el 15,7 por ciento en 2020; sería su dato más alto desde 2004. Lo hará gracias a un ROE (return on equity o rentabilidad sobre el capital) creciente: la compañía pronostica que esta ratio suba del 7,8 por ciento de 2017 hasta el 8,5 o el 9 por ciento en 2022.
La rentabilidad acumulada que ha ofrecido la compañía al inversor en los últimos diez años (incluyendo la revalorización de la acción y los dividendos brutos) alcanza el 116 por ciento. Es un dato inferior al de Naturgy (158 por ciento) y al de Enel (134 por ciento), y está a años luz del 240 por ciento que ha ofrecido Endesa, inflado por el dividendo extraordinario de 2014, tras la venta a su matriz, Enel, de su negocio en Latinoamérica.
Ángel Pérez comenta que la "atractiva retribución" que recibe su actividad en sus principales mercados permite al grupo generar caja de forma recurrente, lo que se traduce en "una remuneración al accionista atractiva a largo plazo". El rendimiento de los pagos de Iberdrola se sitúa tras las últimas subidas en el 4,8 por ciento, por debajo de los de Endesa y Naturgy (del 6,5 por ciento y del 5,5 por ciento, respectivamente, este año).
El problema de la sucesión
Más allá de que se defina el marco regulatorio en España, la compañía tendrá que lidiar con otras incertidumbres. Entre ellas, los tipos de cambio, por su exposición a divisas como el euro, el dólar, la libra y el real; el clima, que afecta a los precios de la electricidad; o la entrada de nuevos actores, como Cepsa o Repsol, en la comercialización, que podría restarle clientes. También estará atenta a los precios al consumidor en Reino Unido, que se revisarán en abril de 2019.
El otro gran riesgo que coinciden en apuntar los gestores de fondos es el problema de la sucesión de Sánchez Galán, de 67 años, figura emblemática cuya marcha, comentan, acarrearía ventas de la acción de Iberdrola. Este escenario, el de la jubilación del presidente, no es inminente: él prevé estar al frente del grupo al menos hasta que vea ejecutado el plan estratégico que finaliza en 2022.