
Hay un paralelismo entre lo que está ocurriendo en este fin de año con lo que sucedió en el final de 2015 y el inicio de 2016. Aquellas navidades se produjo una corrección del S&P 500 del 12 por ciento -en la actual ya llevamos un 10 desde máximos del mercado estadounidense-. El motivo del desplome fue la segunda devaluación del yuan chino, después de la de agosto de 2015, lo que en realidad supuso abrir la guerra comercial no solo frente a EEUU sino frente al mundo entero de la que es hoy la segunda potencia mundial y, en muy poco tiempo, será la primera.
El escenario de tregua que se han dado EEUU y China en sus relaciones arancelarias no va a traer la tranquilidad a las bolsas, aunque todos estemos convencidos de que la desaceleración no va a acabar en recesión. Lo bueno de que nos hayamos instalado en la parábola del ciclo finalista, que no en la de un final de ciclo, es que el miedo se nos ha metido en el cuerpo y no arrancamos 2019 con la inocencia con la que lo hacíamos en 2108... después de un año que, reconozcámoslo, había sido sencillamente fácil.
No sé cuál es la expectativa de rentabilidad media que tienen en la cabeza los inversores españoles para los próximos cinco años, pero estoy seguro que es más baja del 8,7 por ciento anual que esperaban el año pasado o la media histórica que está en el 7,2, según Schroders.
La imagen más clara de cómo viene el mercado este 2018 para mí la pone la ilustración del informe estratégico que ha elaborado el equipo de Renta 4. Un tipo va en un balsa tratando de llegar a una isla para salvarse, pero está rodeado de aletas de tiburones con las banderas de China, EEUU, Inglaterra, Italia -ver ilustración inferior-.
El mercado estará permanentemente pendiente de que los tiburones coralinos arqueen el lomo, porque inmediatamente ya se sabe lo que va a ocurrir después. Mientras los escualos no huelan la sangre habrá que seguir las bolsas como en un antiguo velatorio irlandés. Estaremos un año más estirando la parábola del ciclo finalista, que no final de ciclo. La costumbre gaélica es celebrar un funeral tres días seguidos para corroborar que el fallecido no sufre una catalepsia. Aunque la afirmación se hace porque los irlandeses son los únicos que pueden aguantar tres días de fiesta levantados. Y si el muerto no se ha erguido entonces, de verdad lo está.