
A medida que avanzó el verano, la posición de Lehman se debilitó y el círculo de inversores interesados se redujo a uno: Korea Development Bank. Para los observadores del mercado, esto no auguraba nada bueno porque un pequeño banco público estaba lejos de ser la respuesta a las plegarias de Lehman. Sin embargo, las conversaciones, iniciadas por el equipo internacional en Asia, iban en serio.
A principios de agosto, se acordó un trato para vender un 25% de las acciones de Lehman a 22 dólares cada título, con una oferta vinculante por otro 20%.
El verdadero problema
La mayoría de los cronistas de la desaparición de Lehman ha asumido que la transacción que pudo haber salvado a la empresa fue torpedeada por la exigencia de un precio mayor por parte de Fuld. Esto no es así: para entonces estaba lo bastante desesperado como para hacer un trato. El problema residía en las decenas de miles de millones de dólares de los activos de inmuebles comerciales que eran como un peso muerto en el balance de Lehman, arrastrando a la empresa hacia otro trimestre de pérdidas.
Antes de que sellaran el trato, los coreanos querían la comodidad de que estos activos tóxicos fueran acotados en una entidad capitalizada independiente, limitando su exposición. Al enfrentarse a esta demanda, la dirección de Lehman no supo qué decir. Los coreanos se retiraron, enfadados, acusando a McDade en particular de actuar de mala fe.
Cuando saltó la noticia de que las negociaciones habían terminado en desacuerdo, fue el final verdadero para la casa Lehman. El precio de las acciones se desplomó, llegando a cero; la dirección se apresuró a anunciar otro trimestre con pérdidas de 3.900 millones; y con retraso, detallaron lo que se iba a hacer para estabilizar la empresa. Para entonces, esto era irrelevante.
Un fin de semana de septiembre
Las conversaciones desesperadas entre los líderes del sector bancario de Estados Unidos y los representantes del Tesoro y la Fed en el fin de semana del 13-14 de septiembre revelaron que las autoridades no estaban dispuestas a mover un dedo para facilitar ayuda del Gobierno.
En vez de proporcionar garantías que permitieran una venta al único pretendiente que quedaba -Barclays Capital- el secretario del Tesoro de EEUU, Paulson, le dijo a McDade que presentara quiebra. El lunes, 15 de septiembre, a las 2 de mañana de la costa este, es lo que hizo el banco de inversión Lehman.
A los agentes de Canary Wharf los tuvieron sin hacer nada cuando llegaron los administradores. A medida que el pánico se extendía por el mundo me uní con otros empleados a empaquetar mis pertenencias en las endebles cajas de cartón.
Más de tres meses después, las sacudidas de la caída caótica de Lehman todavía se están extendiendo. Incluso entre la actividad que le siguió -nacionalizaciones de bancos, paquetes de rescate, inyecciones de liquidez- un hecho sorprendente permanece: a la única gran entidad financiera a la que se le ha permitido desaparecer es Lehman Brothers.
¿Podría haberse salvado?
Como quiera que la historia financiera defina su sitio, Lehman Brothers parece una anomalía enorme. ¿Se podría haber salvado a sí misma? ¿La podrían haber salvado otros? ¿O el colapso era inevitable? Es difícil de responder a cualquiera de esas preguntas con certeza, salvo quizás a la primera.
En mi opinión, y en la de la mayoría del personal de la empresa con el que he hablado, Fuld podía haber salvado Lehman si hubiera actuado con mayor resolución en una fase anterior. Podía, por ejemplo haber vendido Lehman a un pretendiente, y había muchos interesados, cuando estaba bien en 2006 o en 2007. En ese caso, la historia habría tomado un curso distinto, y Fuld habría mantenido su estatus como uno de los directores más respetados en vez de convertirse en el villano de la crisis de liquidez.
"Nadie en su peor pesadilla pensó que la salida sería la total desaparición", aseguró un directivo jubilado. "Todo el mundo asumía que la ayuda oficial significaba que había un algo implícito en Lehman. Dick creía eso, el mercado creía eso". Todo el mundo se equivocaba. Ciertamente tuvieron la oportunidad. La dirección de Lehman intentó persuadir a la Fed que la dejara adquirir depósitos como bancos comerciales.
Por razones sólo conocidas por ellos, la Fed lo rechazó. Luego aceptó similares peticiones de Goldman Sachs y Morgan Stanley.
El curso de la historia
Una vez que el desastre ya había golpeado, las autoridades establecieron rápidamente una línea dura. Para las súplicas urgentes de Lehman, Paulson y su equipo dieron respuestas legales; nos encantaría ayudar, pero nuestras manos están atadas. Había profundas razones políticas para esta postura: se estaba produciendo una reacción adversa en el Congreso contra la perspectiva de interminables ayudas a los peces gordos de Wall Street.
Al final, Lehman se percibió que no entraba en la categoría de "demasiado grande o peligrosa para quebrar". Pero ahora parece ser que la mayoría de los políticos acepta que no hacerlo ha resultado ser un error con unas consecuencias dolorosas. Quizá es más interesante realizar una pregunta diferente: ¿salvar Lehman habría evitado el desastre económico? Lo dudo. La quiebra de Lehman hizo que todo el mundo despertara. Si no hubiera sido Lehman, hubiera sido otro banco.