Joaquín Rábago
Londres, 27 oct (EFECOM).- Los líderes de la City de Londres advirtieron contra la autocomplacencia al conmemorarse el veinte aniversario del llamado Big Bang, la gran revolución informática y desreguladora del mundo de la Bolsa y las finanzas de Londres, que revolucionó el modo de hacer negocios en esta capital.
El alcalde de la City, David Brewer, citado hoy por la BBC, dijo que la competencia de otras Bolsas de valores a la que tiene que hacer frente el London Stock Exchange (Bolsa de Londres) es fuerte y lo será aún más en el futuro.
"El Big Bang marcó el comienzo de una fase de gran éxito para la industria de los servicios financieros en el Reino Unido", afirmó Michael Snyder, presidente del comité de política y recursos de la City.
Los políticos de todos los partidos no deben caer en la "autocomplacencia" al pensar en la fuerte posición actual de este centro financiero, advirtió Snyder, quien abogó por la reducción de "las cargas fiscales y burocráticas" y la mejora de los transportes.
El llamado "Big Bang" del 27 de octubre de 1986, con su "desregulación" de los mercados financieros y la sustitución del parqué tradicional por las transacciones bursátiles informatizadas, transformó radicalmente a la City londinense y la hizo muy atractiva para los bancos y las multinacionales de todo el mundo.
Un centro de negocios que estaba seriamente amenazado por sus rivales continentales como Fráncfort, París o Bruselas se convirtió de la noche a la mañana en capital financiera de Europa.
La nueva Ley de Servicios Financieros, de 1986, acabó con el monopolio del London Stock Exchange en el negocio de acciones y se permitió a los institutos extranjeros operar libremente como bancos mercantiles y agentes de Bolsa.
Hasta aquel momento, el LSE había sido un mundo totalmente cerrado, caracterizado por la división entre los distintos agentes e intermediarios bursátiles y las comisiones fijas, que perjudicaban sobre todo a los grandes clientes, al tiempo que protegían a las empresas británicas dedicadas al corretaje.
En la City anterior al Big Bang, los lazos familiares, sobre todo aristocráticos, y las viejas amistades escolares contaban más que el talento financiero.
Con el Big Bang se eliminaron las comisiones mínimas, que garantizaban la supervivencia de las pequeñas firmas, y muchos bancos, sobre todo extranjeros, se decidieron a entrar en el negocio de los títulos y comenzaron a comprar empresas bursátiles.
La Bolsa dejó de ser un juego de "gentlemen" de bombín y trajes a rayas, aficionados a la buena mesa y a las largas sobremesas, y se convirtió en febril actividad de profesionales del lucro más acostumbrados a las camisas sin corbata y a engullir un sandwich en medio de cinco transacciones.
A pesar del gran susto del llamado "lunes negro" (19 de octubre de 1987), con el desplome de las bolsas mundiales, y del "miércoles negro" (16 de septiembre de 1992), que expulsó a la libra esterlina del Mecanismo de Cambio Europeo e hizo la fortuna del especulador de origen húngaro George Soros, la revolución bursátil de hace veinte años ha constituido un éxito en términos financieros para la City.
Actualmente, más de trescientas empresas extranjeras cotizan en la Bolsa de Londres y la cifra anual de negocios de los títulos cotizados ha pasado de 161.000 millones de libras en 1986 a 2.500 billones (3.700 millones de euros) en 2005.
El LSE no sólo se ha convertido en terreno de juego apetecido de los operadores extranjeros, sino que es objeto de codicia de otras Bolsas como demuestran los intentos de compra por parte de la alemana Deutsche Boerse, la europea Euronext, la estadounidense Nasdaq o incluso el grupo australiano Macquarie.
Además, el Big Bang transformó el paisaje urbano londinense, con la proliferación de modernas sedes de bancos y empresas de todo el mundo que, al no caber ya en el viejo perímetro de la City, se han extendido por distintos barrios de la capital, sobre todo por los llamados "Docklands", antiguos muelles del Este de Londres.
La ciudad se ha vuelto al mismo tiempo más cosmopolita y también mucho más cara, se ha acelerado el ritmo de vida, y los jóvenes profesionales devoran sandwiches o sushi comprado en algunos de los bares japoneses de comida rápida que han surgido como hongos por todas partes. EFECOM
jr/rl
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