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La Fed ha puesto la venda con la que Japón no evitó su herida

"Si Japón hubiera hecho lo mismo en 1991 no hubiera sufrido una crisis tan profunda". Ésta fue la respuesta dada por un analista en los minutos posteriores a la histórica decisión adoptada el martes por la Reserva Federal (Fed), que redujo los tipos de interés del 1% a una horquilla comprendida entre el 0 y el 0,25%. ¿Qué tiene que ver Japón en todo esto? La verdad, mucho.

Y Ben Bernanke, que además de ser el presidente del banco central estadounidense es un prestigioso académico, lo sabe. Hasta tal punto, además, que sus decisiones han tenido un claro objetivo: evitar los errores cometidos por las autoridades niponas durante los años 90, que no sólo agravaron la crisis económica que padeció el país, sino que inocularon en él de forma irremediable el virus de la deflación, o caída de los precios. Esto es, el riesgo que EEUU trata de evitar ahora a toda costa.

¿En qué consistieron aquellos fallos? Básicamente, en que el Banco de Japón (BoJ) actuó tarde y mal desde los años 80. Primero, nutrió los excesos inmobiliarios, bursátiles y crediticios con unos tipos que los analistas juzgaron demasiado bajos; y luego, ya con caídas bursátiles próximas al 50% como consecuencia de los primeros síntomas de la crisis, subió los tipos durante 1989 y 1990, contrajo la cantidad de billetes que circulaba por el país hasta mediados de 1992 y esperó hasta 2001 para adoptar medidas más heterodoxas, es decir, cuando la deflación ya llevaba tres años instalada .

"La evidencia apunta a que la política monetaria había sido excesivamente laxa antes del colapso de la burbuja financiera y demasiado cautelosa después", aseguraban Alicia García y César Martín en un trabajo elaborado por el Banco de España en 2003.

Pero todas las culpas no deben recaer en el BoJ. Las autoridades niponas también estuvieron sembradas al subir el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) en 1997, una medida que deprimió más el ya débil consumo. Y hubo su dosis de mala suerte, en forma de la crisis financiera que sacudió el Sudeste Asiático en 1997.

Todo eso es lo que persigue evitar Bernanke, que ya había anticipado sus intenciones. Como cuando, en mayo, citó al economista inglés del siglo XIX Walter Bagehot y su alusión a que en una crisis financiera es mejor pasarse que quedarse corto metiendo dinero en una economía; o como el pasado 2 de diciembre, cuando se refirió a que incluso bajando los tipos al 0% aún le quedarían "más flechas en el carcaj".

Y eso ha hecho, puesto que no sólo ha situado el precio del dinero entre el 0 y el 0,25%, sino que también se ha abierto más posibilidades, como la ya anunciada de adquirir deuda hipotecaria o la de plantearse la compra de deuda pública a largo plazo en el mercado. Bernanke no quiere que la deflación desangre a la economía norteamericana. Por eso ha puesto la venda antes de que haya aparecido. No como Japón, que no evitó la herida. Y estuvo casi diez años -entre 1998 y 2006- sangrando por ella.

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