
Mi amigo Gavira tiene una religión confesa y practicante hasta las últimas consecuencias que es el madridismo. Religión que otros repudiamos, más bien, envidiamos, porque instruye en ser los mejores siempre y no rendirse nunca hasta el último minuto. Ha bautizado ya a sus dos hijos en la confesión blanca, y hasta que no logró que fueran abonados pensaba que eran cruzados sin recibir la extremaunción. Su fe es indoblegable, pero, sobre todo, impagable.
Ninguno de esos madridistas que acuden a la catedral del Bernabéu venderían su alma al diablo por dinero. ¿Pero, de verdad, nunca renunciarían a su condición de propietarios por ser socios? Estoy convencido de que sí. Sucederá cuando el señor Florentino, o quien venga en un futuro, les ponga un talón de 35.000 euros; les permita conservar su asiento en la catedral; y no renunciar a seguir rezando las doce copas de Europa, desde las de los apóstoles de Di Stéfano y Puskas hasta las del confuso evangelista Cristiano Ronaldo.
¿De dónde saldría ese dinero? Del valor que quedaría a cada uno de los 92.000 socios de la capitalización que alcanzaría el Real Madrid en mercado, con la referencia de lo que vale hoy la Juventus (3.200 millones). En el caso del Barça, con una valor de mercado muy similar al del Real Madrid, el socio recibiría algo más de la mitad que los madridista, al haber muchos más (163.000).
El dinero seguro que corrompería algunas vocaciones, pero es algo que no va a suceder por el momento porque los dos clubes de fútbol que sí podrían salir a bolsa, Madrid y Barça, forman parte de los cuatro que todavía no son sociedades anónimas deportivas (los otros dos son Athletic y Osasuna). Y, en ambos casos, no se plantean buscar una fórmula para desmutualizarse.
Los que sí querrían pegar el salto al parqué son la segunda línea del fútbol español para dar salida a los accionistas que ya están dentro. En el Atlético de Madrid, los Gil querrían pasar al grupo de empresas familiares en bolsa; el Sevilla rentabilizar los doce años épicos que encarrila; y el Valencia consolidar financieramente un proyecto en manos de Peter Lim, un multimillonario de Singapur, que hasta el momento ha evitado la quiebra.
Tanto el presidente como el consejero de la Liga, Javier Tebas y Javier Gómez, reconocen conversaciones con bancos de inversión para abordar la salida a bolsa de algunas entidades. Todas están en un estado embrionario, porque lo cierto es que si el fútbol ha salido del medievo financiero está muy lejos de alcanzar la modernidad. Es suficiente con echar un vistazo a la información contable que presentan los clubes de fútbol para corroborar por qué los bancos de inversión se toman a risa su intento de salir a bolsa. El intangible de la marca es incuestionable, pero su chapucerismo financiero público es de preescolar. Ah, y otra cosa... Para salir a bolsa no son necesarios años de beneficios presentados... lo importante son años de resultados auditados.