Bolsa, mercados y cotizaciones

Los maquinistas del mercado deberán calibrar bien el ritmo

2017 ha sido un año de normalización: la Reserva Federal ha disfrutado del último año de Janet Yellen en la presidencia, subiendo los tipos en tres ocasiones, y el Banco Central Europeo ha dado los primeros pasos hacia el fin del 'QE'. Ahora, el reto es no acelerar demasiado, ni ir muy lento

D espués de años de medidas acomodaticias, 2017 ha sido el periodo en el que se ha confirmado el cambio de rumbo de los dos principales bancos centrales del planeta: la Reserva Federal estadounidense (Fed) subió los tipos de interés en más de una ocasión en un sólo año por primera vez desde 2006, mientras el Banco Central Europeo (BCE) recortó su programa de compras de deuda (QE) por primera vez, anunciando además que en 2018 seguirá reduciéndolo. La clave para el año que viene es que los señores del dinero sean capaces de modular el ritmo al que normalizan sus políticas, sin ir demasiado lento, ni tampoco dar un acelerón excesivamente fuerte a la locomotora, que pueda hacer descarrilar a los inversores. No hay que olvidar el importante papel que han tenido los bancos centrales en los mercados en los últimos años, y no sólo en renta fija y divisas, ya que la renta variable también se ha movido al son de sus medidas, y de sus discursos.

Banco Central Europeo

La entidad presidida por el italiano Mario Draghi ha sido la gran protagonista entre los bancos centrales del mundo. 2017 arrancaba con la esperanza de que la amenaza de la deflación en la región ya no era tal, y que no habría que preocuparse más por la posibilidad de ver una caída sostenida de los precios. Draghi lo avisó en 2016, y así fue: la inflación de la eurozona se movió en 2017 por encima del 1 por ciento en todo momento, llegando incluso a tocar el 2 por ciento en febrero. Desde abril, eso sí, se quedó estable entre el 1,2 por ciento y el 1,5 por ciento.

Ahuyentado ese fantasma, la cuestión ahora, como destacó el presidente de la entidad en una de sus reuniones de principios de año, es que se cumplan cuatro parámetros para poder subir los tipos en la eurozona: que esté en niveles cercanos, pero por debajo del 2 por ciento; que la institución tenga suficiente confianza en su impulso; que sea autosostenible y no dependa de las políticas del BCE; y que se cumpla para toda la eurozona, no para un país en particular.

Si bien todavía no se cumplen estas condiciones, el regulador monetario europeo es consciente de que la situación económica de la eurozona ha mejorado mucho durante los últimos meses. En primer lugar, en el foro económico de Sintra, el pasado junio, el economista pronunció un discurso tan optimista que impulsó la cotización del euro, desde 1,12 dólares hasta 1,14 en sólo tres días.

En la reunión de octubre llegó el primer paso hacia la normalización monetaria: el BCE anunció que el QE no terminaría en diciembre de 2017, y que se alargaría al menos 9 meses más, pero a un ritmo de compras la mitad de fuerte: pasaría de 60.000 millones de euros al mes hasta 30.000. Esto, para muchos analistas, fue iniciar un tapering encubierto -retirada paulatina de los estímulos-, similar al que hizo la Reserva Federal años antes.

Draghi se cuidó de cambiar su mensaje en la última reunión del año, en diciembre, y mantuvo la misma retórica de que "si es necesario" se podría volver a ampliar el QE, además de repetir que los vencimientos de los activos que tienen ya en su balance se reinvertirán durante "largo tiempo", por lo que el apoyo monetario a la eurozona continuará por esta vía. Sin embargo, el cuadro macroecónomico, con las estimaciones de PIB e IPC del BCE, por primera vez hasta 2020, reflejó el elevado optimismo con el que termina 2017 la entidad: desde las previsiones de septiembre, la entidad aumentó en dos décimas su previsión de PIB para 2017 y 2019, y en cinco décimas la de 2018, mientras que para 2020 estima que el crecimiento en la eurozona será del 1,7 por ciento.

Este mismo porcentaje es el ritmo al que avanzará la inflación en 2020, una cifra que, según dejó entrever el presidente de la entidad en la reunión, podría ser suficiente para considerar que se ha logrado el objetivo.

Hitos importantes

El año de la Reserva Federal ha estado marcado por las subidas de tipos: la entidad aumentó el precio del dinero en tres ocasiones, en marzo, junio y diciembre, el año en el que esta referencia se ha incrementado más desde 2006. Este aumento ha propiciado que la deuda del país aumentase su rentabilidad hasta tocar máximos en marzo en el 2,62 por ciento, en el caso del bono con vencimiento a 10 años. Ahora, con los tipos en una horquilla entre el 1,25 por ciento y el 1,5 por ciento, la estimación de la propia Reserva Federal es que el año que viene se aumenten en otras tres ocasiones.

Otro hito importante a destacar en el proceso de normalización de la Fed ha sido el inicio de la reducción de su balance, que empezó a adelgazar en el mes de octubre, desde un nivel superior a los 4 billones de dólares, a medida que la entidad dejó de reinvertir los vencimientos de los activos que ya tenía en balance, adquiridos durante los años en los que duró su programa de compras.

Esto resume el año de la institución, el último en el que Janet Yellen presidirá la entidad, la primera mujer en ostentar este cargo en toda la historia. Será en febrero cuando deje su cargo, y será sustituida por Jerome Powell, quien ya forma parte de la institución, y ha sido elegido por Donald Trump para continuar con el proceso de normalización que empezó Yellen en diciembre de 2015, subiendo los tipos por primera vez desde la crisis.

Los expertos no esperan que el rumbo de la normalización cambie con el nuevo presidente, ya que se trata de un dirigente del mismo corte que Yellen -paloma, o partidario de mantener una política monetaria laxa-.

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