
El intercambio de amenazas apocalípticas entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el de Corea del Norte, Kim Jong-un, avivó las ascuas de un conflicto que permanece latente desde hace dos décadas -y del que el mundo ignora su dimensión real-, y propinó el primer susto estival a los mercados hace dos semanas.
Los principales índices sufrieron caídas, sobre todo en Europa, ante la beligerancia verbal de ambos líderes, en una escaramuza geopolítica que encontró su punto más candente cuando la propaganda norcoreana comunicó que el líder del país asiático estaría en disposición de ordenar el lanzamiento de cuatro misiles balísticos contra la isla de Guam, un importante enclave militar norteamericano situado en el Océano Pacífico.
Las aguas parecen haberse calmado en los últimos días, lo que han agradecido las bolsas -de nuevo pendientes de las datos macroeconómicos y de la política monetaria hasta el doble atentado terrorista en Barcelona y Cambrils-, ante la rebaja del tono de las declaraciones procedentes de los dos polos del conflicto, pero la posibilidad de un recrudecimiento que acabe desencadenando en una guerra sigue del todo vigente -ver información adyacente-.
El pánico inicial en los mercados será inevitable ante este escenario extremo, con consecuencias parecidas a las vividas cuando el cruce de las amenazas entre Donald Trump y Kim Jong-un se intensificó: ventas en renta variable, incremento de la volatilidad y compras de activos refugio, como el oro y la renta fija.
Según la estadística, ante esta situación, no hacer nada es casi siempre la mejor estrategia de inversión. "Vender bolsa en un contexto de pánico es una mala idea", incide el equipo de analistas de Ned Davis Research, que ha estudiado la reacción del S&P 500 tras 51 eventos de este tipo desde comienzos del pasado siglo y ha llegado a la conclusión de que, "pasado el tiempo, las ganancias se imponen en las bolsas".
"Siempre es incómodo hablar sobre el impacto económico o de mercado durante una crisis humanitaria o una operación militar, pero el inversor debe tener la cabeza fría", añade LPL Research en otro informe, en el que explica que "a medida que se digieren las noticias, las pérdidas de las bolsas se borran".
"Cada evento es diferente, y nadie sabe con certeza las consecuencias de una crisis. Dicho esto, al mirar hacia atrás y al analizar los conflictos militares de las últimas décadas, podemos ver que el mercado, en general, se ha encogido de hombros, recuperando los descensos en días o semanas", continúa la firma de inversión.
Antecedentes históricos
Si se estudia el impacto de cinco de las grandes crisis geopolíticas del último siglo en las que Estados Unidos ha estado directamente implicada –a las que el actual conflicto entre la primera potencia mundial y Corea del Norte podría llegar a asemejarse– se llega a la misma conclusión (ver gráfico).
El 7 de diciembre de 1941, el ataque de Japón a la base norteamericana de Pearl Harbor, que se cobró 2.500 vidas y llevó a Estados Unidos a entrar en la Segunda Guerra Mundial, desató el pánico en Wall Street, donde el S&P 500 se desplomó casi un 7% en tres sesiones. Sin embargo, aunque las caídas habían profundizado más de un 17% 100 días después, al cabo de un año ya se habían esfumado las pérdidas.
El asesinato de John F. Kennedy, en plena crisis de los misiles, ni siquiera tuvo consecuencias en el mercado. Tras tres jornadas, el índice de referencia subía ya casi un 1% y, 365 días más tarde, un 20%. Una reacción similar a la vista tras la invasión de Irak en 2003.
Por el contrario, el origen de la primera guerra del Golfo se digirió bastante peor. El ataque del país que presidía entonces Sadam Hussein a Kuwait, el 2 de agosto de 1990, llevó al S&P 500 a ceder casi un 6% en tres sesiones. Eso sí, al año, las ganancias volvían a imponerse, y es significativo que el comienzo del conflicto bélico en 1991 se celebró con una subida del 3,73%.
El atentado terrorista en las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, es el único evento geopolítico en que un año no fue suficiente para que el selectivo se recuperara -caía un 16,76%-, aunque, también es cierto que coincidió con la burbuja de las puntocom, que había estallado meses antes.