
Una oferta por debajo de 17 euros para el accionista de Abertis no es generosa si se tiene en cuenta que quien compra son los italianos de Atlantia. Toda operación que no conlleve un acuerdo paritario y que traslade el poder de decisión de Barcelona a Roma debería implicar una prima mayor.
¡Y una mejora sobre el precio de cotización al que se conoció el interés que no llega al 15% no lo sería! Los responsables de Abertis están haciendo un esfuerzo para demostrar que ambas compañías tendrían un tamaño similar si se tiene en cuenta la mejora de resultados que la española se va a encontrar por el crecimiento que va a generar el incremento de la participación en la francesa Sanef. Hasta 2019 las dos compañías generarán el mismo beneficio bruto, aunque la española está más endeudada. Y serían bichos de idéntico tamaño en el futuro si Abertis conservara la concesión de tramos de la AP-7.
El maniqueísmo de los políticos españoles, expertos en no tomar decisiones bajo los principios del rédito electoral y de que el dinero público cae del cielo, es el culpable de que once años después se inviertan las tornas en la fusión entre Abertis y Atlantia. En abril de 2006 se anunciaba que Abertis y, en aquel momento, Autostrade alumbraban el mayor grupo de autopistas del mundo.
Sus consejos de administración dieron luz verde a una "fusión entre iguales", que se iba a llamar Abertis, con sede en Barcelona, y cuyo consejero delegado sería Salvador Alemany. Al gran Alemany, alto en todos los sentidos -ganador de una quiniela de 14 y al que su padre enseñó que en vez de comprar otro coche o dejar de trabajar había que invertir y endeudarse en un terreno para edificar un garaje-, hubo que ocultarle en agosto que las autoridades italianas habían comenzado a frustrar la operación porque 24 horas antes se le había practicado un bypass.
En diciembre se rompió el acuerdo. Al final, vamos a perder Abertis como compañía española por la dejación de los políticos, que en sus cuentas ven el déficit y la deuda pública como dinero que cae gratis del cielo y desprecian la oportunidad de tener mejores infraestructuras con gestión privada que financia a las Administraciones.
Muy pocos en Italia o en Francia, países en los que por circular por las autopistas se paga desde hace medio siglo, se plantean que al término de una concesión de una autopista ésta se abra gratuitamente. "El modelo de financiación de infraestructuras viarias de España es una isla en el marco europeo", dice Alemany, el único país en el que el 21% de las vías de gran capacidad son de pago, mientras en Francia o Italia son el 80%. Por las autopistas los estados reciben ingresos y los municipios también hacen caja con el cobro del IBI.
De aquí a unos años podríamos ver en nuestro Parlamento a un ministro de Fomento, como hemos visto al de Energía esta semana, acusar a una empresa italiana de favorecer lo suyo y perjudicar lo español.